sábado, julio 18, 2015

Ruptura y viraje: un nuevo paradigma para la crítica literaria dominicana

Por: FRAY JIT MANUEL CASTILLO DE LA CRUZ, OFM

Esta investigación constituye un aporte diferente a la literatura de República Dominicana […]

porque sistematiza y difunde la gran riqueza de este corpus literario que señala una ruptura concluyente en la historia de la literatura dominicana; y porque especifica cómo este viraje radical de la prosa de Veloz Maggiolo inaugura en 1960 un proceso cultural alternativo latinoamericano tanto para aquella época como para la actualidad. (Bruni: 2015, 13-14).

Con la aparición del libro Ruptura y viraje: La narrativa de Marcio Veloz Maggiolo 1960-1975, de Nina Bruni, la literatura dominicana dio un salto cualitativo hacia un nuevo paradigma en el ejercicio de la crítica literaria. Se trata de un texto de primer orden, que sitúa la obra que el autor produjo durante este período en el panorama global de la novela dominicana y latinoamericana.

Para la elaboración de este trabajo, Nina Bruni se apoya en los críticos literarios más serios del país y de otras latitudes que se han concentrado en el estudio de nuestra literatura, como Bruno Rosario Candelier, José Alcántara Almánzar, Diógenes Céspedes, Pura Emeterio Rondón, María del Carmen Prosdocimi Rivera, Esther Gimbernat-González, Torres Saillant, Rita De Maeseneer, Miguel Ángel Fornerín y Giovanni Di Pietro, por citar algunos, con quienes dialoga de tú a tú con mucho respeto. A partir de sus aportes, nos encamina hacia una propuesta que por su complejidad, articulación y perspectiva, supone un cambio de paradigma en la crítica literaria de nuestro país.

El libro Ruptura y Viraje…, viene a llenar un espacio que hasta ahora ha estado vacío. Su abordaje de los textos de Marcio Veloz Maggiolo, nos revelan con meridiana claridad el aporte de este autor a la literatura universal, tanto en los elementos literarios como en los elementos metaliterarios de sus obras. Razón por la que Nina Bruni sugiere la necesidad de una revisión conceptual de la forma como hasta ahora la crítica ha valorado el boom de la novela latinoamericana y el papel que en dicho proceso jugó la novela dominicana y la obra de Marcio Veloz Maggiolo. (Bruni: 2015, 41-46).

Nina Bruni trabaja con muy delicados matices las novelas del primer ciclo de este destacado escritor dominicano. La razón para agruparlas, de acuerdo con su opinión, es que dicho conjunto: “determina los rasgos estilísticos y conceptuales de toda su obra en prosa e inaugura la corriente de renovación radial de la narrativa de la República Dominicana”. (2015, 13). La novedad del enfoque de su crítica literaria es que valora estos textos de Maggiolo en su conjunto, calibrándolos en el marco del contexto sociopolítico y epistemológico en el que fueron escritos. Con lo que consigue mostrar la ruptura y el viraje de su novedoso estilo con relación a lo que hasta entonces se había hecho como novela en el país. Con lo que sienta unas bases interesantísimas para el estudio de la segunda etapa de su narrativa y abre nuevas posibilidades para abordar a otros autores dominicanos que como Maggiolo han realizado un aporte encomiable a la literatura de nuestro país.

Nina Bruni rescata en su estudio, que las novelas de Maggiolo aparecen en lo que muchos autores reconocen como la tercera etapa en la historiografía de la novela dominicana.[1] De acuerdo con estos, nuestra primera etapa está dominada por la novela de la caña; la segunda, por la novela propagandista y costumbrista; mientras que la tercera, corresponde al ciclo de la novela bíblica[2], que según ella constituye el período experimental de la narrativa dominicana. Esta fase está marcada por el paso de una novela naturalista, realista, centrada en el caudillismo y excesivamente regional, hacia una narración más compleja, diversificada, crítica y hasta cierto punto ambigua, lo que en el fondo implica un profundo cambio estético. Comparto la tesis de Nina Bruni, quien postula que Marcio Veloz Maggiolo es el autor que mejor encarna el viraje hacia el nuevo estilo, pues se adelantó al mismo, tanto en sus novelas como en sus ensayos, con una actitud hondamente revolucionaria, crítica y renovadora, que podemos catalogar de post- moderna. (Bruni: 2015, 16-17).

Esta no es una afirmación peregrina, sino que está sólidamente fundamentada en su análisis de las obras de Marcio Veloz Maggiolo que constituyen su objeto de estudio: Judas, El buen ladrón y otros textos bíblicos (1962), donde resalta su contribución a una nueva narrativa en la República Dominicana, que entronca con el de sus pares latinoamericanos; Nosotros los suicidas y La vida no tiene nombre (1965), en los que avanza hacia un tratamiento experimental y vanguardista de la novela; Los ángeles de hueso (1967), en que la prosa lírica del autor, apunta ya hacia la nueva novela, con planteamientos estilísticos y conceptuales, que conectan con el existencialismo y la fenomenología; y De abril en adelante, que en la opinión de Nina Bruni, merecería un estudio aparte por su particularidad, pero que no obstante ella trata en referencias cruzadas con los otros textos suyos que analiza.

Su perspectiva intrahistórica, interdisciplinar, comparativa, de género y desde el reverso de la historia y de la vida, es la que le permite a Nina Bruni, además de descubrir el contexto sociopolítico y económico, entrar en los intersticios de los personajes que estudia, para adentrarse en su psiquis, sus creencias y su mundo interior. Con lo que apela a una visión existencial y fenomenológica, que nos lleva a un nivel de análisis más profundo que el que hasta ahora se ha realizado a propósito de las novelas bíblicas de nuestro país. Por todo ello, me atrevería a calificar su enfoque como filosófico existencial, psicológico vitalista y hermenéutico teológico, en el marco de un análisis crítico netamente literario.

Quisiera terminar llamando la atención sobre el dominio que exhibe Nina Bruni en Ruptura y Viraje…, de la tradición filosófica y teológica de la liberación latinoamericana, de la actual exégesis bíblicas, de la nueva hermenéutica, de la arqueología bíblica, de la psicología profunda, de los debates cristológicos, de la antropología cultural, entre otros campos del saber, y por supuesto, de la lingüística, la narrativa y la crítica literaria. Lo que le posibilita un análisis intertextual que lejos de un acercamiento simplista a la obra de Marcio Veloz Maggiolo, la aborda en el marco del pensamiento complejo propuesto por Edgar Morín. Con lo que tiende hermosos puentes intergeneracionales, con los autores que le precedieron y los que le sucedemos, hasta establecer un diálogo bidireccional con el que ella reconoce como un nuevo ciclo de la novela bíblica dominicana.[3] Esto, según su opinión, demanda un estudio integrador que vincule ambas etapas y asuma los retos epistemológicos y literarios que tal empresa comporta. (Bruni: 2015, 59). Retos que según mi parecer, ella alcanza magistralmente en su obra Ruptura y viraje: La narrativa de Marcio Veloz Maggiolo 1960-1975.

[1] Recordemos que la novela como género literario en el país es valorada como un acontecimiento tardío.

De ahí que El Mortero (1857) de Pedro Francisco Bonó sea considera la primera novela dominicana.

[2] Aquí destacan las obras: El testimonio (1961) de Ramón Emilio Reyes, Judas y El buen Ladrón y otros textos bíblicos (1962) de Marcio Veloz Maggiolo y La Magdalena de Carlos Esteban Deive (1964).

[3] En el que incluye las novelas: Yo, Judas Iscariote, de Luis Tomás Oviedo (2006), y Apócrifo de Judas Izcariote, de Jit Manuel Castillo de la Cruz (2011), quien escribe este artículo.

(Publicado originalmente en el suplemento cultural Areíto, periódico Hoy, 18 de julio de 2015)

miércoles, noviembre 20, 2013

José Mármol, En torno al libro Masa crítica



En torno al libro Masa crítica
(Presentación de las memorias del Primer Seminario Internacional de la Crítica Literaria en República Dominicana)


Acudo a un nuevo llamado de la amistad; la franca amistad, porque eso es en esencia la literatura. Mi dilecto amigo Basilio Belliard me ha solicitado presentar al público la obra de la que ha sido artífice. Se trata de Masa crítica. Memorias del Primer Seminario Internacional de la Crítica Literaria en República Dominicana (Editora Nacional, Santo Domingo, D.N., 2013), un volumen que, en casi 300 páginas, recoge las ponencias de alrededor de una veintena de creadores, críticos, académicos, intelectuales, en fin, tanto nacionales como internacionales, quienes reunidos los días 24 y 25 de febrero del año 2012, en el entonces Hotel V Centenario, expusieron sus ideas, y, varios de ellos, sobre todo, presentaron nuevamente las ya viejas ideas y desgastados métodos de sus maestros, o bien, de los últimos hallazgos librescos, acerca de lo que es, debería ser o sueña con llegar a ser la crítica literaria, en cuanto que acontecimiento cultural, en nuestro país.

Basilio Belliard, hombre de carne y letra, académico de oficio, organizó este evento al amparo del Ministerio de Cultura, donde labora, donde ha laborado por años aportando iniciativas en favor del libro, de la lectura y de la cultura en general en nuestro país. Si diluyéramos las precisiones semánticas que habrían de separar términos como seminario, encuentro, simposio, entre otros, tal vez no haya sido este el primero de los eventos que reuniera a intelectuales de aquí y acullá en torno a la intención de reflexionar sobre el concepto, estadio, tendencias y valoración de la crítica literaria y sus hacedores, los críticos. Recuerdo, aunque no atino el año, uno que organizáramos los escritores Pedro Vergés, Soledad Álvarez, Diógenes Céspedes y un servidor, entre otros, con los auspicios del otrora Instituto Dominicano de Cultura Hispánica, que Vergés dirigía, en el desaparecido Hotel Cervantes del barrio capitalino de Gazcue. Fue, como suele ocurrir en estos casos, un verdadero aquelarre.

La lectura de las 286 páginas de este valioso libro ha significado para mí una suerte de viaje, a veces hacia el pasado, otras tantas en el presente, y las menos, desafortunadamente, hacia el porvenir de una labor como el pensamiento y la creación críticos, de inestimable valía en la expresión viva de una cultura y de una lengua.
La filosofía es, solía decir Ortega y Gasset, el cuento de nunca acabar. Y de la filosofía, como de otras disciplinas del pensamiento, hay tantas definiciones o acepciones como pensadores ha conocido la historia; unos con sobresaliente rasgo de individualidad y creatividad; otros con escasa imaginación y vuelo, más bien, apegados al sistema categorial o a los preceptos sentados por otros pensadores o por escuelas, movimientos o tendencias. Lo mismo ocurre con la crítica literaria; o bien, en una concepción de esta con mayor alcance humanístico, antropológico, lingüístico y social, con la crítica cultural.

Una sencilla y acertada afirmación del poeta y ensayista Miguel Aníbal Perdomo refleja, a mi ver, el valor social de la crítica como disciplina de pensamiento y creación. Sostiene que: “La crítica es un subgénero expositivo entre el ensayo y la poesía; y el libro adquiere perfil definitivo cuando el crítico fija su mirada” (página 229). Asumo que la noción de “subgénero” podría llegar a ofender o lastimar a algunos especialistas demasiado condensados en la materia, que han atribuido al discurso crítico una autosuficiencia y autonomía tan exacerbadas, que han presumido prescindir de la obra creativa misma, para erigir un discurso crítico prácticamente autista. Sin embargo, en esta breve idea de Perdomo, el hecho de sustentar que la obra literaria adquiera perfil definitivo, cuando el crítico fije en ella su mirada, dice, revela la dimensión preeminente que en la relación creador-obra-lector-cultura-historia ocupa la crítica, en tanto que disciplina humanística; más allá, es bueno subrayar, de las pretensiones cientificistas, objetualistas, subjetivistas, introspectivas, metafísicas, esquemáticas o tendencias conceptual, textual, estilística, estética o lingüísticamente reduccionistas de toda laya.

Interesante, y por qué no decirlo, también penoso ha resultado para mí y para mis modestos conocimientos en este campo notar cómo todavía muchos, tal vez demasiados de nuestros críticos e investigadores de la literatura, o bien, estudiosos de los fenómenos y epifenómenos culturales, no son capaces de arriesgar siquiera una idea propia; dar, al menos, una ligera señal de zambullimiento creativo y autónomo en el objeto simbólico analizado, sino que, muy por el contrario, a cada párrafo u oración siguen el sacrosanto criterio de autoridad, mediante la cita o referencia de un determinado autor; mejor aún, si es foráneo. ¿Hasta cuándo este suplicio durará? Hay que distanciar, por supuesto, de esta enferma dependencia del pensar áulico, o como decía Ortega y Gasset, del pensar a crédito, a aquellos autores que, desde que empiezan a abordar la cuestión, sientan sus reales de independencia, ya sea en la forma personal en que siguen una metodología o una escuela de pensamiento crítico; o ya sea por su radical autonomía, su eclecticismo inteligente y su individual y bien fundado criterio para analizar una obra literaria o una expresión estética de cualquier género o naturaleza simbólica.

Remontar una tradición, asimilarla y sobre ella producir rupturas cognoscitivas, para sobre esa base construir un edificio conceptual y una visión propios acerca de una determinada cultura o en torno a la obra literaria en general es una empresa que exige, no solo de formación humanística y de vasta cultura, sino, sobre todo, de auténtico aprendizaje, vocación creativa y erudita, y muy especialmente, de autoestima y coraje para asumir el riesgo, para dar el primer paso. Seguir a cal y canto, ceñirse a pies juntillas a un método, una escuela, un ismo, sin dejar un mínimo acento personal sobre su magma teórico es asunto fácil, unidimensional y, por desgracia, muy en boga. Pero, es también asunto estéril, burbujeante y definitivamente efímero. La unidimensionalidad racional, la teoría única, el método panteístico no son suficientes en la sociedad y la cultura actuales. No viajan más allá del aula universitaria, si acaso llegaran a alzar vuelo raso. Valoro, a este tenor, el aserto del poeta y ensayista Plinio Chahín, cuando aduce que: “La crítica dominicana, en general, no se ha nutrido de un pensamiento propio ni ha sabido fundar su propio imaginario. Ha sido, más bien, una crítica externa, impresionista o vagamente sociológica, mimética y repetitiva. Rara vez se ha estructurado sobre una verdadera visión del mundo o en torno a una noción de literatura como estética del lenguaje” (página 27). Chahín llega a plantear, con argumentos viscerales, el imperio de una “indigencia epistemológica” (página 32) en nuestra actualidad crítica, debido a la persistencia de “un panorama de miserias radicales entre el límite del objeto y su percepción’ (Ibid.). Y es que lo auténtico, lo profundo y duradero en un pensamiento y una cultura, en una lengua tienen sus cimientos en lo que ha sido radicalmente fundante, en lo que se sostiene por raíces originarias y propias, en lo que surge, como novedoso, imaginativo, enriquecedor y multívoco, de los pilares, nunca dogmáticos, de una tradición.

El pensamiento crítico es hoy día un fenómeno multicultural, abierto, interdisciplinario, plural. Concuerdo plenamente con el compilador de este volumen, Basilio Belliard, cuando afirma, en este sentido, que: “Las posibilidades interpretativas de un texto son, salta a la vista, infinitas. También lo son los métodos y los instrumentos hermenéuticos desde la arqueología, el psicoanálisis, la antropología, la exégesis textual, la deconstrucción, el análisis lógico-sintáctico, la crítica socio-histórica, marxista, neomarxista, etc. Nada garantiza una interpretación final, definitiva y acabada” (páginas 18-19). Esa es la verdad monda y lironda. El pensamiento sistémico, tan útil entre los siglos del XVIII al XX en la cultura occidental, ha cedido hoy, en estos tiempos de posmodernidad líquida, consumista, precaria e incierta como sugiere Zygmunt Bauman, al pensamiento fragmentario, intuitivo, incisivo, imaginativo y libre de los corsés del aparato categorial adusto, seco y rígido. La fruición y lo lúdico del espíritu humano son parte, no solo de la racionalidad, sino, de la ciencia misma, última que ha estado cada vez más cerca de la esencia del arte y la imaginación. Por ello, sostiene con acierto el prolífico ensayista Bruno Rosario Candelier, que “Si la teoría explica el fenómeno de la creación, la crítica da cuenta del sentido de la creación, para cuya comprensión se necesita formación intelectual y sensibilidad estética” (página 60). Dar cuenta, pues, del sentido de la obra artística es, según este autor, la “principal tarea de la crítica literaria” (páginas 64-65).

Entre el ir y venir de distintas corrientes, escuelas, teorías, métodos, interpretaciones, posturas solipsistas, entre otras vertientes y enfoques, me resultó sumamente revelador cómo, desde una formación académica similar y desde una concepción de la literatura, la lengua, la sociedad y la cultura desarrollada por el método de la poética, la teoría del ritmo como organización del sentido de la escritura y la teoría del discurso como relación de poder, hay una valoración diametralmente opuesta de la obra crítica de Pedro Henríquez Ureña en dos importantes escritores, pensadores e investigadores nuestros como Manuel Matos Moquete y Diógenes Céspedes.

Mientras este último nos presenta un Pedro Henríquez Ureña prisionero de lo que llama “teoría metafísica del signo” (página 149), el escritor que representa el paradigma de los estudios “filológicos-esteticistas-estilísticos” (página 154) en el marco de la crítica tradicional, el novelista y ensayista Matos Moquete ve en Henríquez Ureña al “gran humanista” (página 115), capaz de fundar una visión y una praxis de la crítica literaria como escritura “de estirpe humanista, ideológica, orientadora (…) motivada por la necesidad de erigir conceptos, valores y verdades, en torno a un tema o la obra de un autor y sobre cuestiones en discusión que aun estaban por establecerse” (página 119). Subraya este notable autor e investigador que la de Pedro Henríquez Ureña es “una crítica que enjuiciaba, definía y tomaba partido sobre asuntos trascendentales, derribando ideas falsas y sin fundamento, y estableciendo nuevos criterios que reorientaran el conocimiento y al recepción de las letras de habla hispánica en los temas centrales” (Ibid.). ¿Cuál de ambas concepciones de la obra crítica de nuestro insigne humanista resultaría más fértil, más orientadora, más forjadora de nuevos talentos críticos en las presentes y futuras generaciones de lectores? La respuesta la dejo en manos del lector de este volumen. No obstante, es alentador notar cómo en un intelectual del calibre de Andrés L. Mateo parecen resonar los argumentos de Henríquez Ureña al afirmar: “Entre nosotros la crítica es el pretérito indefinido, lo que no existe, porque no hay crítica más que cuando hay esa capa discursiva que descompone el sentido, lo reorganiza y reorienta empinándose en un cuerpo teórico, o no; pero siempre tratando de encontrar las reglas de funcionamiento que sostienen a un texto” (página 170). La crítica ha de ser, pues, obra fundante, en términos gnoseológicos, y orientadora, desde el plano de la exploración del lector; vale decir, ejercicio de creación y de reflexión.

Aunque lo quisiera, y fuera justo con ello, no podría mencionar aquí a todos los autores que, en su calidad de expositores en el seminario, figuran en estas memorias. Sin embargo, quisiera referirme brevemente al brillante trabajo, de carácter genealógico y arqueológico, en términos de saber, desarrollado por el ensayista y pensador Manuel Núñez, dotado, al igual que Diógenes Céspedes y Manuel Matos Moquete, de los aperos conceptuales y metodológicos propios de la Poética de Henri Meschonnic. Desentraña en su texto los instrumentos de la crítica dominicana, desde inicios del siglo XX, hasta el tiempo presente, pasando por tradiciones, movimientos y escuelas teóricas de Hispanoamérica y Europa como fuentes y partes integrantes de nuestro saber crítico. Define la crítica como “una meditación que ha de mostrar la densidad de pensamiento del autor, las grandes ideas y el papel innovador de la obra en el concierto de la historia de las formas literarias” (página 270). Entiende que la ausencia de la labor crítica se traduce en “desorientación en los lectores y en los escritores en agraz. Genera un desvanecimiento de la interpretación de los textos; no se valoran los hallazgos; se volatilizan las jerarquías de las producciones literarias; los cánones y tablas de valores quedan eclipsados”. Y remata esta definitoria idea sobre la crítica y su función cultural sustentando que: “La literatura supone el adiestramiento del criterio, el goce del placer estético. Pero estas posibilidades nacen del conocimiento, de un ejercicio de la inteligencia, fundada en la crítica. Sin esa formación, la obra se queda sin lectores, Sin ágora visible, sin estímulo creativo, sin terreno en la que pueda florecer y prolongarse” (página 273). Vuelve aquí, sobre sus ruedos, y por más que se le haya regateado, la labor orientadora y canónica de la crítica literaria como ejercicio del criterio inteligente, sensible.

Finalmente, invito a los amantes de la literatura y del pensamiento crítico a compenetrarse con este concierto de voces y corrientes de pensamiento, a veces paradigmáticas, a veces contrapuestas; pero, siempre enriquecedores.

Enhorabuena a mis amigos Basilio Belliard y León Félix Batista, director de la Editora Nacional, y al Ministerio de Cultura, en la persona de mi otro querido amigo José Antonio Rodríguez, por la publicación de este volumen de memorias del referido seminario, que ojalá pueda ser seguido de otros tantos de su naturaleza, para una más amplia, diversa, controversial y evolutiva visión de la crítica literaria y cultural en nuestro país.

Muchas gracias.

sábado, octubre 05, 2013

reseña a "Ya nunca será como antes"



Por: Osiris Vallejo
(publicado en diario "Hoy", suplemento Areíto, sábado 28 de septiembre 2013)

Thomas Carlyle dijo alguna vez que “el genio es el infinito arte de trabajar la paciencia”. Si bien el talento personal juega un papel fundamental en cualquier área del conocimiento humano, la labor constante e incansable es determinante. Y cuando el talento y la paciencia coinciden en un mismo individuo, no podemos esperar menos que una auténtica obra de arte. A propósito de paciencia y talento, desde hace unos años ronda por los predios culturales latinoamericanos el nombre del escritor Rubén Sánchez Féliz, quien el año pasado obtuvo simultáneamente los premios Letras de Ultramar de novela, con Un cuarto lleno de anguilas y de cuento, con Ya nunca será como antes. Ya había obtenido el mismo Letras de Ultramar de novela en el 2010, por su obra Los muertos no sueñan, y poco antes varios premios Funglode en un mismo año.

Quienes desconocen el proceso de formación como escritor de Sánchez Féliz seguramente habrán reaccionado con sorpresa por su virtual omnipresencia. Y, precisamente, en Ya nunca será como antes hallamos algunas claves de quién es, qué escribe y de qué fuentes literarias e intelectuales se nutre el escritor. Antes de emerger como el laureado autor en que se ha convertido, Sánchez Féliz ya tenía por lo menos una década nutriéndose intelectualmente y labrando minuciosamente su obra. Eso explica, en cierto modo, por qué sus narraciones tienen ese aire de paciente rigurosidad en que el autor opta por adentrarse en universos subyacentes de la literatura, lejos de los complacientes fuegos artificiales que exhibe la llamada literatura light.

Ya nunca será como antes contiene diez cuentos breves en que se pone de manifiesto un estilo minimalista, de evidente rigurosidad sintáctica y profundidad conceptual. El libro inicia con un epígrafe del escritor estadounidense Raymond Carver, a quien algunos consideran el padre de la narrativa norteamericana contemporánea. El nombre de Raymond Carver puede serle extraño a mucha gente en el ámbito latinoamericano, o por lo menos del Caribe hispanohablante, pero para entender mejor a Rubén Sánchez y a otros artífices de la narrativa latinoamericana contemporánea, es preciso que sepamos qué tipo de narrador es Raymond Carver.

Una característica esencial de la cuentística de Carver es el universo conceptual e ideológico (en su acepción etimológica) que subyace bajo la superficie de la narración de un hecho aparentemente cotidiano y trivial. Por supuesto, este recurso no es nuevo, sino que Carver, a su vez, sigue una tradición que pervive en clásicos como Guy de Maupassant y, especialmente, Antón Chejóv. Un elemento vinculante de la obra de esos autores (Carver incluido), es el requisito de que el lector no se conforme con lo que está a la vista. Y, tras este preámbulo necesario, regresamos a Rubén Sánchez Féliz.

Si lees un cuento de Rubén Sánchez Féliz, y al terminarlo piensas que no ha pasado nada, léelo de nuevo. Tomemos como ejemplo el primer cuento, que es precisamente el que da título al libro: Ya nunca será como antes. Se trata de un hombre que tiene cierto conflicto con su esposa y, en el proceso, ese mismo hombre llega a un hospital para realizarse un procedimiento médico. El enfermero le pide que aporte nombre y datos de un familiar al cual llamar en caso de emergencia. Él le da el nombre de Carmen. “¿Qué parentesco tiene usted con Carmen?”, pregunta el enfermero; “Es la madre de mi hija”, responde nuestro personaje. El enfermero le dice que si se trata de su esposa. Él clarifica que no, que solo se trata de la madre de su hija. En tanto, los dos personajes intercambian algunas palabras sobre el libro La peste, de Albert Camus, que el protagonista ha traído consigo, y el paciente alude a una aparente correlación entre el conflicto que tiene con su mujer y cierta escena de La peste.

Como no pretendo revelar aquí toda la historia, me limito a señalar que después del procedimiento médico, el personaje sale del brazo con Carmen, a quien ya sí se conforma en reconocer como esposa y de quien, como he dicho, renegaba unas horas antes. Mientras sale del hospital, el protagonista se da cuenta de que ha olvidado el libro que estaba leyendo cuando llegó. Eso da pie a una breve reflexión del personaje que pone fin al cuento. El hecho esencial aquí es que, para quien haya entendido la narración, con esa reflexión final no termina el cuento, sino que apenas comienza. Claro, reconociendo la implícita multiplicidad de sentido de la gran literatura, cuando digo “haya entendido”, no apunto a una interpretación unívoca del texto. Lo relevante aquí es que hay algo que trasciende la conclusión del cuento.

“Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído”, decía Borges. Sánchez Féliz parece reconocer la validez de esa máxima. Además del vínculo de Sánchez Féliz con Raymond Carver (de quien se confiesa un lector recurrente) y otros escritores clásicos, se le conoce como un voraz lector del japonés Haruki Murakami, quien también produce una literatura que busca lectores inteligentes y activos. Las veces que hemos coincidido en tertulias y otros eventos, así como las conversaciones sobre temas literarios que hemos tenido, revelan su profunda preocupación por su propia formación intelectual.

Otros podrán tener sus propias predilecciones, pero a mi juicio los cuentos mejor logrados de este libro son “Ya nunca será como antes”, “A esta hora todos duermen”, “Derecho al pataleo” y “Almas gemelas”. Aunque este último tal vez rompe con el recurso del universo subyacente al que me he referido, no deja de parecerme un texto interesante. Esos cuatro cuentos se caracterizan por un manejo cuidadoso de los temas, por un estado de tensión permanente en que el lector intuye que algo tiembla o se mueve bajo la superficie de cada frase. En fin, Ya nunca será como antes es un libro que merece ser leído por múltiples razones: la rigurosidad intelectual de su autor, la frescura y cohesión narrativa de los textos, y la impresión casi segura de que el lector incisivo no quedará decepcionado.

http://hoy.com.do/ya-nunca-sera-como-antes/

viernes, septiembre 13, 2013

Cultura pone en circulación obras ganadoras de los Premios Anuales de Literatura 2011




SANTO DOMINGO. La Dirección de Gestión Literaria del Ministerio de Cultura puso en circulación las obras ganadoras de los "Premios Anuales de Literatura 2011" durante la celebración de un acto en la Sala de Arte Ramón Oviedo, en la sede de la institución cultural, con la asistencia de escritores y prominentes personalidades de la vida cultural nacional.

La ceremonia fue encabezada por el director de Gestión Literaria, Basilio Belliard; el director General del Libro y la Lectura, Valentín Amaro; el director de Gestión Literaria, Basilio Belliard; el director de la Editora Nacional, León Félix Batista; y León David, uno de los ganadores.

Las obras puesta a circular son "La secta del crisantemo" de Ángela Hernández, Premio Nacional de Cuento José Ramón López; "¿Y tu abuela dónde está? el negro en la historia y la cultura dominicana" de Carlos Esteban Deive, Premio Nacional de Ensayo Pedro Henríquez Ureña; "Debí dibujar el mar en alguna parte", de Ariadna Vásquez Germán, Premio Nacional de Poesía Salomé Ureña de Henríquez; y "La escandalosa vida y muy comentada historia de la casta Susana o las increíbles peripecias de la virtud" de León David, Premio Nacional de Teatro Cristóbal de Llerena.

Al presentar su discurso, Belliard dijo que "el Ministerio de Cultura cumple con el compromiso y el deber de editar las obras inéditas ganadoras de los Premios Anuales de Literatura, en sus diferentes géneros y modalidades, como indican las bases de este certamen anual, los libros que los autores someten al concurso cuando reciben el premio por parte del jurado calificador¨.

Ponderó la calidad de cada una de las obras ganadoras y la trayectoria de cada uno de los escritores, lo mismo que los premios que han recibido en los últimos tiempos en sus respectivas carreras.

Luego expresó que "estas cuatro obras habrán de fortalecer el acervo bibliográfico del catálogo de libros editados por el Ministerio, a través de la Editora Nacional, que con tanta profesionalidad y eficacia ha dirigido el poeta León Félix Batista, a quien felicitamos por el cuidado de las ediciones¨.

Finalmente, declaró que "en nombre del Ministerio de Cultura felicito a los autores por estas valiosas obras de ensayo, poesía, cuento y teatro".

Correspondió a la escritora Ángela Hernández pronunciar las palabras de agradecimiento en nombre de los galardonados. Habló de la pasión de escribir y la dedicación con que cada uno de los autores realizó su obra, y dio gracias a todos los que hicieron posible la ceremonia.

Al acto asistieron, además, Manuel Salvador Gautier y la escritora María Aybar.

(Fuente: Diario Libre, http://www.diariolibre.com/lecturas/2013/09/11/i401906_cultura-pone-circulacian-obras-ganadoras-los-premios-anuales-literatura-2011.html)

domingo, junio 30, 2013

FORO TEATRAL: MEMORIAS DE UN CONGRESO



La realización de un festival de teatro cumple con dos objetivos fundamentales,
que son: primero, cumplir con el derecho que tienen
los dominicanos de presenciar espectáculos teatrales de calidad, promoviéndolos
como un quehacer valioso que merece la atención de la
sociedad dominicana, y, segundo, proveer espacios de formación e
intercambio de conocimiento para los artistas.
Desde la Dirección de Festivales hemos visto el avance y los
logros obtenidos gracias a la permanencia y continuidad en las realizaciones
de este importante evento. Entre los avances, por ejemplo,
está la integración de los creadores nacionales a las diversas
actividades que forman parte de esta fiesta, una debilidad superada
de otras ediciones en las que el Festival y su equipo organizador
eran considerados un grupo aparte y distante del movimiento
teatral.
En ese mismo orden, en la pasada versión del 2011 el Festival
se abrió a las diferentes corrientes teatrales que forman el movimiento
dominicano, así como también a los creadores emergentes, los
cuales, como nunca antes, tuvieron una participación destacada. Fue
amplia la aceptación de las propuestas locales que, a diferencia de
otras versiones, generaron en el público igual o más interés que las presentadas por los grupos internacionales; este es un logro muy
significativo, ya que deja una estela positiva que las compañías nacionales
tienen el reto de capitalizar.
Otro logro obtenido fue el programa de talleres, conversatorios
y conferencias, que dieron a la Escuela de Arte Dramático un
elevado sitial como centro de formación y reflexión. Se propició el
intercambio de conocimientos y experiencias entre los grupos locales,
internacionales, profesores y estudiantes de teatro.
Finalmente, se destaca de manera muy especial la realización
del Foro de la Crítica, coordinado por la teatrista y comunicadora
Gilda Matos. Durante los diez días del festival, tuvieron la oportunidad
de participar en el Foro importantes artistas y comunicadores
del ambiente local que se dieron cita para compartir ideas, criterios
y experiencias.
Con la publicación de este volumen, que recoge las intervenciones
del “Foro Crítico” del VII Festival Internacional de Teatro
Santo Domingo 2011, nos sentimos satisfechos y comprometidos
para continuar promoviendo espacios de reflexión, ya que es esencial
que el Festival no se quede en la experiencia lúdica y visual, sino
que apunte hacia aspectos teóricos que nos sirvan como estrategias
de desarrollo.

KARINA NOBLE
Directora del Festival

domingo, junio 02, 2013

CENTENARIO NACIMIENTO PEDRO MIR (1913-2013)



El Ministerio de Cultura homenajea en el centenario de su nacimiento a nuestro Poeta Nacional, Don Pedro Mir, a través de su Editora Nacional (en la imagen, "Un asombro de ríos verticales", poesía reunida, 2012; "Hay un país en el mundo... para leer en el metro", Cuadernos de Cultura, 2012 y "Sol para las doce", antología coeditada con Alfaguara, 2013)

sábado, junio 01, 2013

Reseña a "Ya nunca será como antes"

Osiris Vallejo

Thomas Carlyle dijo alguna vez que “el genio es el infinito arte de trabajar la paciencia”. Si bien el talento personal juega un papel fundamental en cualquier área del conocimiento humano, la labor constante e incansable es determinante. Y cuando el talento y la paciencia coinciden en un mismo individuo, no podemos esperar menos que una auténtica obra de arte. A propósito de paciencia y talento, desde hace unos años ronda por los predios culturales latinoamericanos el nombre del escritor Rubén Sánchez Féliz, quien el año pasado obtuvo simultáneamente los premios Letras de Ultramar de novela, con Un cuarto lleno de anguilas y de cuento, con Ya nunca será como antes. Ya había obtenido el mismo Letras de Ultramar de novela en el 2010, por su obra Los muertos no sueñan, y poco antes varios premios Funglode en un mismo año.

Quienes desconocen el proceso de formación como escritor de Sánchez Féliz seguramente habrán reaccionado con sorpresa por su virtual omnipresencia. Y, precisamente, en Ya nunca será como antes hallamos algunas claves de quién es, qué escribe y de qué fuentes literarias e intelectuales se nutre el escritor. Antes de emerger como el laureado autor en que se ha convertido, Sánchez Féliz ya tenía por lo menos una década nutriéndose intelectualmente y labrando minuciosamente su obra. Eso explica, en cierto modo, por qué sus narraciones tienen ese aire de paciente rigurosidad en que el autor opta por adentrarse en universos subyacentes de la literatura, lejos de los complacientes fuegos artificiales que exhibe la llamada literatura light.

Ya nunca será como antes contiene diez cuentos breves en que se pone de manifiesto un estilo minimalista, de evidente rigurosidad sintáctica y profundidad conceptual. El libro inicia con un epígrafe del escritor estadounidense Raymond Carver, a quien algunos consideran el padre de la narrativa norteamericana contemporánea. El nombre de Raymond Carver puede serle extraño a mucha gente en el ámbito latinoamericano, o por lo menos del Caribe hispanohablante, pero para entender mejor a Rubén Sánchez y a otros artífices de la narrativa latinoamericana contemporánea, es preciso que sepamos qué tipo de narrador es Raymond Carver.

Una característica esencial de la cuentística de Carver es el universo conceptual e ideológico (en su acepción etimológica) que subyace bajo la superficie de la narración de un hecho aparentemente cotidiano y trivial. Por supuesto, este recurso no es nuevo, sino que Carver, a su vez, sigue una tradición que pervive en clásicos como Guy de Maupassant y, especialmente, Antón Chejóv. Un elemento vinculante de la obra de esos autores (Carver incluido), es el requisito de que el lector no se conforme con lo que está a la vista. Y, tras este preámbulo necesario, regresamos a Rubén Sánchez Féliz.

Si lees un cuento de Rubén Sánchez Féliz, y al terminarlo piensas que no ha pasado nada, léelo de nuevo. Tomemos como ejemplo el primer cuento, que es precisamente el que da título al libro: Ya nunca será como antes. Se trata de un hombre que tiene cierto conflicto con su esposa y, en el proceso, ese mismo hombre llega a un hospital para realizarse un procedimiento médico. El enfermero le pide que aporte nombre y datos de un familiar al cual llamar en caso de emergencia. Él le da el nombre de Carmen. “¿Qué parentesco tiene usted con Carmen?”, pregunta el enfermero; “Es la madre de mi hija”, responde nuestro personaje. El enfermero le dice que si se trata de su esposa. Él clarifica que no, que solo se trata de la madre de su hija. En tanto, los dos personajes intercambian algunas palabras sobre el libro La peste, de Albert Camus, que el protagonista ha traído consigo, y el paciente alude a una aparente correlación entre el conflicto que tiene con su mujer y cierta escena de La peste.

Como no pretendo revelar aquí toda la historia, me limito a señalar que después del procedimiento médico, el personaje sale del brazo con Carmen, a quien ya sí se conforma en reconocer como esposa y de quien, como he dicho, renegaba unas horas antes. Mientras sale del hospital, el protagonista se da cuenta de que ha olvidado el libro que estaba leyendo cuando llegó. Eso da pie a una breve reflexión del personaje que pone fin al cuento. El hecho esencial aquí es que, para quien haya entendido la narración, con esa reflexión final no termina el cuento, sino que apenas comienza. Claro, reconociendo la implícita multiplicidad de sentido de la gran literatura, cuando digo “haya entendido”, no apunto a una interpretación unívoca del texto. Lo relevante aquí es que hay algo que trasciende la conclusión del cuento.

“Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído”, decía Borges. Sánchez Féliz parece reconocer la validez de esa máxima. Además del vínculo de Sánchez Féliz con Raymond Carver (de quien se confiesa un lector recurrente) y otros escritores clásicos, se le conoce como un voraz lector del japonés Haruki Murakami, quien también produce una literatura que busca lectores inteligentes y activos. Las veces que hemos coincidido en tertulias y otros eventos, así como las conversaciones sobre temas literarios que hemos tenido, revelan su profunda preocupación por su propia formación intelectual.

Otros podrán tener sus propias predilecciones, pero a mi juicio los cuentos mejor logrados de este libro son “Ya nunca será como antes”, “A esta hora todos duermen”, “Derecho al pataleo” y “Almas gemelas”. Aunque este último tal vez rompe con el recurso del universo subyacente al que me he referido, no deja de parecerme un texto interesante. Esos cuatro cuentos se caracterizan por un manejo cuidadoso de los temas, por un estado de tensión permanente en que el lector intuye que algo tiembla o se mueve bajo la superficie de cada frase. En fin, Ya nunca será como antes es un libro que merece ser leído por múltiples razones: La rigurosidad intelectual de su autor, la frescura y cohesión narrativa de los textos, y la impresión casi segura de que el lector incisivo no quedará decepcionado.