viernes, junio 29, 2012

VENIR CON CUENTOS, Muestrario del cuento dominicano

José Rafael Lantigua (Editora Nacional, 2012) Por: León Félix Batista De acuerdo a los distintos diccionarios del español coloquial, “venir con cuentos chinos” o con cuentos, simplemente, es contarle a uno cosas no interesantes o mentiras. Y María Moliner, en su consultadísima obra lexicográfica, al referirse al uso de frases tales como: venir como anillo al dedo, decir lo que viene a la boca, venir a la boca, venir a la cabeza, venir al caso, venirse el cielo abajo, venir a cuentas, venir a cuento, venir con cuentos, etc., indica que el verbo venir, seguido de un infinitivo o de otra palabra significa que la acción realizada por alguien se considera “inoportuna o injustificada: por ejemplo: ¿a qué viene mostrarse ahora tan amable, ¿a qué viene comprarse otro coche, ¿a qué viene todo esto?”. Pues bien: nosotros, siguiendo tanto el trillo de Vargas Llosa en “La verdad de las mentiras” como el de la filóloga española, el uno desde la práctica y el otro desde la ciencia, buscaremos responder antes de que ustedes nos formulen la pregunta: “a qué viene Venir con cuentos?” Y es que ambos sentidos, aparentemente de una sutilísima, inasible, carga negativa, nos resultan sin embargo muy útiles al momento de abordar este Muestrario del cuento dominicano. Podrían ser mentiras –y algunas sí lo son, en parte o en esencia– las historias que nos cuentan los cuentistas, mas lo son sólo a raíz de que su punto de partida es la envoltura de ficción en los hechos que construyen como historias. Y quizás no estemos lejos de también considerar estas historias, navegando paralelos a María Moliner, “inoportunas o injustificadas”. Ello por qué? Pues porque la literatura de ficción, incluso cuando invade el terreno de lo histórico-social, aparece preñada de la imaginería del autor, como si todo proceso escritural fuera una destilación personalísima de la realidad. Siempre un punto de vista, una visión: una versión, digamos, del suceso. Y a qué viene el poeta José Rafael Lantigua con este libro ahora? Veamos qué nos dice en contratapa, para entender a qué: “Quince momentos del cuento dominicano, desde ángulos y licencias variadas y, a veces, contrapuestas, conforman la presente selección, que no está marcada por la linealidad y más bien atiende a la visión de la literatura como proceso. Tampoco se circunscribe a un orden de representatividades, sino a un modelo que busca diseñar el comportamiento de una literatura conforme las técnicas, estilos y temas abordados por los autores seleccionados. Aunque la marca una cronología, ésta no es determinante. No sabemos si algunos de los maestros del género invocados lo han escrito, pero si el cuento es deleite y sorpresa, con la misma intensidad debe ser también provocación. Un esquema narrativo moderno se ajusta, pues, a presupuestos técnicos donde la norma sea precisamente la variedad, la diversidad, la falta de normas. Justo lo que esta muestra ofrece a los lectores.” Viene a cuento, entonces, que Venir con cuentos pretende trazar un espectro amplio en la generalidad de la cuentística dominicana contemporánea, habiendo elegido piezas de Juan Bosch, Hilma Contreras, Virgilio Díaz Grullón, Marcio Veloz Maggiolo, René del Risco Bermúdez, Armando Almánzar Rodríguez, José Alcántara Almánzar, Pedro Peix, René Rodríguez Soriano, Enriquillo Sánchez, Arturo Rodríguez Fernández, Diógenes Valdez, Rafael García Romero, Ángela Hernández y Pedro Antonio Valdez. Nombres todos indiscutibles, sabiendo que faltan nombres, que siempre faltarán nombres. De ahí que el libro eluda ser una antología, y se proponga como un muestrario, una motivación de arranque a la lectura de nuestra narrativa corta, género en el que nos vamos afianzando tan fuertemente que sus raíces cruzan lechos de océanos y se implantan en otros países. De modo que, repito, antología no: quién se va a creer ese cuento? Venir con cuentos parte de Bosch porque, según su compliador “con Bosch nacía, sin duda alguna, una nueva forma literaria de contar, historias novedosas que configuraban un ejercicio de desvelos aquietados por el ambiente cerrado de la dictadura y que en los nuevos narradores abría un novísimo espacio para enriquecer una cuentística que nacía apremiada por la nueva realidad.” Pero también recuerda nuestro autor que “cuando Bosch regresó a Santo Domingo a fines de 1961, ya había una cuentística importante, y sin dudas señera. Existían las obras de Ramón Marrero Aristy, José Rijo, Freddy Prestol Castillo, Néstor Caro, Ángel Hernández Acosta, Hilma Contreras, Ramón Lacay Polanco, J.M. Sanz Lajara y Virgilio Díaz Grullón. Y estaba comenzando a descollar el cuento de Marcio Veloz Maggiolo, Ramón Francisco y Carlos Esteban Deive, para anotar sólo algunos ejemplos. O sea, estaba labrada una cuentística de impronta saludable que afirmaba la cuantía y calidad del género en nuestra historia literaria. Empero, es a mediados de los años sesenta cuando va a producirse una explosión iluminante y sorpresiva en el recorrido histórico del cuento dominicano. Han ocurrido ya varios hechos esenciales desde el punto de vista socio-político que marcan definitivamente la labor literaria, como dejan marcada sin dudas el alma del país: el ascenso de Bosch al poder, su efímero mandato de siete meses cortado por la codicia cívico-militar de la época, la revuelta armada de abril de 1965, frustrada por la segunda intervención militar norteamericana del siglo en República Dominicana y la celebración de elecciones, con los marines todavía interviniendo la nación, que terminan con el ascenso al gobierno de Joaquín Balaguer. Estas situaciones socio-políticas marcan el rumbo de la literatura de la época y originan la explosión literaria señalada, donde el cuento adquiere importancia capital y distintiva. Es cuando surgen los concursos de la agrupación cultural La Máscara, que tendrá a Bosch entre sus jurados, luego seguidos hasta la fecha por los de Casa de Teatro, certamen donde ha nacido y crecido en las últimas décadas el cuento dominicano y a través del cual puede perfectamente estudiarse la trayectoria del género en el país.” Nada sale de la nada: nadie me venga con ese cuento, pues son el trabajo crítico de años y los kilómetros de páginas recorridos como lector incontinente, los que han permitido a José Rafael Lantigua brindarnos este manjar de narrativa rápida en formato 6x9. Su sustanciosa selección, como nos cuenta, “ejemplariza formas y estilos diversos: el criollismo de óptica impresionista de Juan Bosch; la metáfora poética de Hilma Contreras, la primera mujer cuentista dominicana; la sombra psicológica dentro de una visualidad urbana de Virgilio Díaz Grullón; el retrato de caracteres desde la visión experimental de una realidad epocal de Marcio Veloz Maggiolo; el tema urbano desde la memoria nostálgica de René del Risco Bermúdez; la agudeza verbal desde un lenguaje coloquial que cifra sucesos y memorias de Armando Almánzar Rodríguez; la visualización de una realidad mágica de José Alcántara Almánzar; la experimentación en el desborde imaginativo de Pedro Peix; la narración renovadora de vivencialidad posmoderna de René Rodríguez Soriano; el esqueleto demiúrgico dentro de una prosa narrativa solemne y confluyente de Enriquillo Sánchez; el juego de la cotidianidad en el expresionismo desacralizador de Arturo Rodríguez Fernández; la linealidad ortopédica con el vitalismo explorante de Diógenes Valdez; el trazo poético en una armazón delirante de Ángela Hernández Núñez; la magicidad absorbente y crítica de Rafael García Romero; y, la ficción como juego de notas marginales en una estructura alternante de Pedro Antonio Valdez.” Desde nuestros primeros abordajes a las letras como cultura-nación, las plumas dominicanas siempre vienen con un cuento. Tan temprano como el siglo XIX con Angulo Guridi, Deligne, Deschamps, Perdomo, Penson, hasta el afianzamiento del género en sí en el siglo XX con Virginia Elena Ortea y José Ramón López. Y en el siglo XXI, además de los cuentistas incluidos que vienen con cuentos hoy, narradores de fuste como Jeannette Miller, Néstor Caro, Alcántara Almánzar, Marcallé Abreu, Holguín Veras, Tejada Holguín, Avelino Stanley, Máximo Vega, Miguel Aníbal Perdomo, José Bobadilla, Llibre Otero, José Acosta, César Zapata, Pastor de Moya, Luis Martín Gómez, Rey Andujar y un largo etc que se me escapa… parece el cuento de nunca acabar! Este es un libro ameno, ágil y a la vez muy contundente, con la riqueza propia del arco que describe una tradición narrativa con personalidad propia. Y es además la selección de un escritor agudo, dueño de un ojo avizor, enterado del más mínimo signo rescatable de la cultura dominicana. De modo que, lector, déjate de cuentos. Cuando no es cuento es otro: no me vengas con el cuento de que no puedes leer. Sumérgete en este libro que te cuenta, en 15 cuentos, tu contemporaneidad.

lunes, junio 25, 2012

PRESENTACION MANUAL PARA ASESINAR NARCISOS

LEON FELIX BATISTA: El libro que presentamos hoy es lo que llamaría una expansión radical del espectro poético local, como sucedería entre la masa del universo, tan misterioso como la poesía. Empero, Manual para asesinar narcisos desarrolla un contenido mucho menos abstracto que el acabo de utilizar de entrada a estas palabras. Y, sin embargo, siendo menos aéreo es mucho más sugerente que cualquier juicio que pueda uno verter tratando de asir esta poesía, vendida al lector como “manual”. Qué quiero esto decir? Pues, simplemente, que Rossalinna Benjamín penetra con paso firme de buen pie a la escena de la lírica local, para quedarse en casa. Y no se dejándose nada en el umbral ni en la antesala, sino que, penetrando directamente a las habitaciones interiores, empieza a urdir la trama de sus asesinatos. Una vez dicho esto, hemos de pasar a hablar de ubicaciones. Un trabajo de reflexión titulado “La generación de los poetas sin nombre”, publicado recientemente por la joven poeta Petra Saviñón a quien también tuve el honor de publicar su primer libro, me parece de los argumentos más claros en torno al fenómeno de la novísima poesía nativa. Dice Saviñón que los jóvenes poetas, aunque “sin bautizar” (es decir: sin contar con una designación clara que los identifique como generación para la posteridad, constituyen por lo mismo un conglomerado hiper diverso y que apelan a abordajes muy distintos., con valentía de, y la cito, “desasirse de lo ya hecho” y “propugnando por una ruptura, por una diferenciación”. Es un tránsito difícil, como siempre ha acontecido en la historia literaria cuando se sucede a una generación fuerte, con presupuestos estéticos definidos. Y más en estos momentos en que los poetas de los 80s, muchos de nosotros cuarentones y varios incluso por encima de la cincuentena, seguimos siendo calificados de “jóvenes poetas” por distintos críticos y comentaristas. La discusión sobre los estratos de edad y las generaciones tiene visos de interminable y, como es de suponerse, no pretendo que termine esta tarde ni en este lugar, de modo que me extraigo de esas arenas movedizas, no sin antes repetir, para insistir en su peligrosidad, otro señalamiento del trabajo en cuestión: el canto de cisne de las cotidianidades, el supuesto lenguaje crudo de uso a veces abusivo en busca del efecto sorpresa, de la bofetada lexical apareciendo como un foso amenazante en algunos de estos poetas, quienes inadvierten la prescriptibilidad de muchos de sus usos y, por lo tanto, la inscripción que imprimen de fecha de caducidad en sus poemas sin pensarlo. Ese, para nuestro alivio, no es el caso de la Benjamín. Este libro fue premiado, pero pudo no haberlo sido, y nada habría cambiado su contundencia sutil, sus punzocortadas. El lector es el narciso real que, ante el espejo de la página, resulta el personaje mitológico, más que la flor de referencia en el libro de Rossalinna. Este fragmento del poema “Para leer antes de sacarse los ojos” lo ejemplifica bien: A continuación voy a decir la verdad sobre los ojos, -nuestros tan preciados ojos- (…) Sin los ojos seríamos más grandes, Porque su inmensa sed de mundos nos ocupa mucho espacio, Nos achica muchos sueños (…) Por eso no me gusta este par (…) Y a la primera oportunidad me deshago de sus trampas Es un espejo difícil, enturbiado de palabras mágicas, donde el que lee se ve y, procurando escabullirse de la ninfa Eco, termina por hundirse donde crecerá una flor. Esa flor del orgullo, la asechanza, es la que quiere segarse, la que se debe decapitar. Y para ello es que se ha escrito este manual. Al seguir sus instrucciones, podremos los lectores transformarnos en la silueta sutil, serperteante, oculta, y no en la inadvertida víctima entrampada. Tomar en cuenta el “margen de error” y los “factores de riesgo”, con “El arma” preparada, sobada, como se dice, con el dedo en el gatillo, tomar las “precauciones pertinentes”. Y evitar “Errar el tiro” por el “Código de honor” de los poetas. Al final, en “El jardín abandonado”, para el cual “Este silencio está bien”, rendir nuestro “Informae final”. Para llevar a cabo el atentado de lectura el procedimiento a seguir es de este modo: 1. Por lo que pudiera pasar, nunca olvide llevar cigarros, haber estado fumando siempre es una buena coartada… 2. Lo siguiente es elegir el día, busque entre sus rencores más remotos un jueves bien torneado como un cocodrilo… 3. Procure que no sea uno de esos días muy soleados, eso le quitaría magia al hecho. 4. Deslíguese de las aceras, de las zonas culturales y de los lugares lluviosos, ahí es donde primero buscarán. 5. Luego, encamínese, disimuladamente, por el lado turbio con pasos de gamuza (recuerde: es mucho mejor que sean de gamuza)… 6. …y no se detenga a conversar con nadie. 7. Conserve su soledad a como dé lugar, alejando a cualquier posible testigo. Con apenas mostrarle su propio reflejo huirán horrorizados. 8. Evite a toda costa los cielos violetas, las nubes amontonadas haciendo espacio quién sabe para qué, la vista de cualquier cosa con alas y las paradas de autobús; mucho más, si hay en ellas un paraguas esperando con su alguien, una valija de acero y la mirada perdida. 9. Ignore las señales de tránsito comunes, pues, apelan a un civismo de lo más inconveniente que se pueda imaginar. 10. Usted, gire siempre en U, dando la espalda a todos lados. 11. No cargue objetos personales. Destruya sus recuerdos de estudiante, documentos de identidad y las fotos de su madre. 12. En estos casos siempre suceden imprevistos, ¡ya sabe!: se suicida algún astro, de repente comienzan a surgir poetas, pintores ebrios, manicuristas bicéfalas, niños rojos con los dientes de palo, titiriteros con las manos pobladas de teoremas, descubridores de tesoros, condenados a la horca vestidos de arzobispos y arañas de colores impensables persiguiendo mariposas. Por lo tanto, hágase de una capa (¡claro que negra!) que le cubra desde los sueños de infancia hasta el lunar de la barbilla. 13. Es probable que se le acerque alguna duda, no se deje disuadir. Láncele una mirada torva, se alejará de inmediato. 14. Si le da sed, comience a silbar alguna cancioncilla popular y avance. 15. Avance que el tiempo apremia. 16. Cuando sus dientes empiecen a castañetear, vacíe sus bolsillos. 17. Pues, eso significa que se está acercando a su destino. 18. No conteste a preguntas ni saludos, la cortesía no es una buena aliada en este tipo de situaciones. 19. Respire hondo y olvide su nombre y apellidos. 20. Ni se le ocurra cerrar los ojos en este punto, al contrario, trate de abrir algunos más. 21. No le preste atención a esa vocecilla en su cabeza, concéntrese. 22. Prepárese para decir la palabra clave. Pero no con su voz, le saldría vacilante o chillona y arruinaría el efecto. 23. Llene sus pulmones de oxígeno y su cuerpo de silencio y diga esa palabra con fuerza, pero… ¡Demuestre estilo! Dígala con voz convincente, a lo Freud: ¡TIEMPO! 24. Si escucha pasos acercarse: ya es la hora. 25. Ajústese bien la capucha. Ponga mirada malvada. Y ahí, cuando todo comienza peligrosamente a abrirse, abrirse y abrirse en todas direcciones, corte el aire con el hombro izquierdo, bordee el terror de las compuertas y… ¡¡BANG!! Muy simple, ¿no? Así parece. Sin embargo, este último acápite nos hace advertir que atentaremos con pólvora y no con filos, no importante si con “chilena” o una glock sofisticada, la poesía, como la muerte, llegará de cualquier modo, y mejor con estampidos que con machete vaciado, con lengüe’mime agudo. De modo más expedito, con menos sangre y dolor, arribaremos a nuestro propio final, que es el final del libro y el inicio de lo que apunta ser la gran poesía que seguirá escribiendo Rossalinna Benjamín. Y ahora yo me marcho tras mi víctima siguiente.

sábado, junio 23, 2012

Cuento infantil de Juan Bosch

DON GATO Y DON RATON Don gato estaba una vez paseándose sobre una pared, y al mirar hacia abajo observó que una cosa se movía dentro de una barrica. Esta contenía un poco de ron y cuando Don Gato se acercó se relamió de gusto al ver que quien estaba ahogándose en el licor era nada menos que su tormentoso enemigo, el joven Ratón. -Compadre Gato -clamó el infeliz- me estoy asfixiando aquí. Haga un favor, siquiera sea una vez. -Yo lo siento, compadre Ratón -contestó sin piedad alguna Don Gato. -Oiga -insistió el moribundo- le prometo engordar cuando salga de aquí y volver donde usted, para que me coma. Al oír tan agradable proposición, Don Gato se detuvo, se llevó la patita a la barbilla, como quien piensa, y contestó: -Yo no creo en la palabra suya, amigo Ratón; pero si usted me promete engordar y volver, trataré de ayudarle. Al joven e impertinente Don Ratón le brillaron los ojitos, porque a decir verdad no se sentía muy bien en el ron, que le estaba quemando las peladuras, que se había hecho tratando de conseguir queso. -Le juro a usted, compadre Gato, que cumplo mi promesa- afirmó. Entonces Don Gato buscó una tablita, la colocó de modo que tocara el fondo y el borde de la barrica, y por ella salió el entripado Don Ratón. Cuando estuvo afuera volvió la cara y se ausentó lo más deprisa posible, por si acaso. Pasaron los días, las semanas, y hasta medio año. Un día Don Gato se paseaba tranquilamente por el patio de su casa y vio unos ojitos brillar en el fondo de una cueva. -¡Hola, compadre Don Ratón! -¿Qué tal, amigo Don Gato?- respondió aquel cínicamente -¡Cómo!-¿Ya usted no se acuerda de lo prometido? -¿Prometido? -preguntó Don Ratón. Entonces Don Gato, con las mejores palabras de su léxico, explicó el caso tal como sucediera. -¡Ah sí! -dijo Don Ratón-. Lo recuerdo muy bien. -¿Y no va usted a cumplir ahora su promesa?- preguntó el gato, relamiéndose al pensar en su próximo banquete. -¿Yo cumplirla? ¿Qué era lo que había en la barrica, compadre Gato? -Ron, si no me equivoco-respondió éste. El joven Don Ratón se echó a reír estrepitosamente y cuando hubo terminado explicó: -Si era ron, es indudable que yo estaba borracho, y usted estará de acuerdo conmigo, compadre Gato, que nadie le hace caso a las palabras de un borracho. Y el “compradre” Gato no supo qué contestar.

viernes, junio 15, 2012

PONE A CIRCULAR OBRA MAX HENRIQUEZ UREÑA EN 28 TOMOS

1:21 PM - El Ministerio de Cultura (MINC) puso en circulación, con los últimos 13 volúmenes, los 28 que conforman la colección “Obras y Apuntes de Max Henríquez Ureña”, durante un acto efectuado en la Sala de Conferencias de la Universidad Pedro Henríquez Ureña. La ceremonia fue encabezada por el licenciado José Rafael Lantigua, Ministro de Cultura, Juan Freddy Armando, coordinador editorial, la vicerrectora académica del centro docente Daniela Franco de Guzmán y León Félix Batista, director de la Editora Nacional del MINC. Asistieron también a la ceremonia Mateo Morrison, Viceministro de Desarrollo Institucional, Basilio Belliard, director de Gestión Literaria y Fernando Casado. El ministro Lantigua, al hablar en el acto, explicó que se concluía un trabajo de unos tres años de preparación y edición de documentos y materiales que conforman los textos, recuperados de archivos cubanos por parte del doctor e historiador Luis Felipe Céspedes. Agradeció al presidente Leonel Fernández por instruirlo para que se lograra la recuperación de las obras de Max Henríquez Ureña, cuya publicación es auspiciada por la Presidencia de la República. “Estamos recogiendo un legado material sumamente valioso para los que quieran conocer la obra de ese ilustre escritor y su obra de indiscutible trascendencia, al igual que los trabajos de Camila y Pedro Henríquez Ureña, sus hermanos”. Sostuvo que hubiera querido añadir a dicha colección otras dos obras fundamentales de Max, que todavía faltan, con los cuales se completarían 30 libros, pero dijo que ese trabajo podría quedar en manos de las nuevas autoridades. Finalmente, dijo que “nuestra gestión cultural se siente complacida de que el presidente Leonel Fernández nos diera la responsabilidad de reunir las obras de Max Henríquez Ureña”. Juan Freddy Armando, al presentar las obras, hizo un breve recuento de los temas que se abordan en cada tomo, destacando la sensibilidad del escritor y el valor para las nuevas generaciones de los libros puestos en circulación. Habló del trabajo literario de Max, Camila y Pedro Henríquez Ureña, ofreciendo datos particulares del trabajo de cada uno. Luego, agregó que Max tenía la minuciosidad de Pedro y la sencillez de Camila, siendo él el más polifacético de los tres. Destacó que este hizo una gran labor como músico, conocedor de las artes plásticas y director de periódicos y revistas. (http://elnuevodiario.com.do/app/article.aspx?id=290257)