miércoles, noviembre 20, 2013

José Mármol, En torno al libro Masa crítica



En torno al libro Masa crítica
(Presentación de las memorias del Primer Seminario Internacional de la Crítica Literaria en República Dominicana)


Acudo a un nuevo llamado de la amistad; la franca amistad, porque eso es en esencia la literatura. Mi dilecto amigo Basilio Belliard me ha solicitado presentar al público la obra de la que ha sido artífice. Se trata de Masa crítica. Memorias del Primer Seminario Internacional de la Crítica Literaria en República Dominicana (Editora Nacional, Santo Domingo, D.N., 2013), un volumen que, en casi 300 páginas, recoge las ponencias de alrededor de una veintena de creadores, críticos, académicos, intelectuales, en fin, tanto nacionales como internacionales, quienes reunidos los días 24 y 25 de febrero del año 2012, en el entonces Hotel V Centenario, expusieron sus ideas, y, varios de ellos, sobre todo, presentaron nuevamente las ya viejas ideas y desgastados métodos de sus maestros, o bien, de los últimos hallazgos librescos, acerca de lo que es, debería ser o sueña con llegar a ser la crítica literaria, en cuanto que acontecimiento cultural, en nuestro país.

Basilio Belliard, hombre de carne y letra, académico de oficio, organizó este evento al amparo del Ministerio de Cultura, donde labora, donde ha laborado por años aportando iniciativas en favor del libro, de la lectura y de la cultura en general en nuestro país. Si diluyéramos las precisiones semánticas que habrían de separar términos como seminario, encuentro, simposio, entre otros, tal vez no haya sido este el primero de los eventos que reuniera a intelectuales de aquí y acullá en torno a la intención de reflexionar sobre el concepto, estadio, tendencias y valoración de la crítica literaria y sus hacedores, los críticos. Recuerdo, aunque no atino el año, uno que organizáramos los escritores Pedro Vergés, Soledad Álvarez, Diógenes Céspedes y un servidor, entre otros, con los auspicios del otrora Instituto Dominicano de Cultura Hispánica, que Vergés dirigía, en el desaparecido Hotel Cervantes del barrio capitalino de Gazcue. Fue, como suele ocurrir en estos casos, un verdadero aquelarre.

La lectura de las 286 páginas de este valioso libro ha significado para mí una suerte de viaje, a veces hacia el pasado, otras tantas en el presente, y las menos, desafortunadamente, hacia el porvenir de una labor como el pensamiento y la creación críticos, de inestimable valía en la expresión viva de una cultura y de una lengua.
La filosofía es, solía decir Ortega y Gasset, el cuento de nunca acabar. Y de la filosofía, como de otras disciplinas del pensamiento, hay tantas definiciones o acepciones como pensadores ha conocido la historia; unos con sobresaliente rasgo de individualidad y creatividad; otros con escasa imaginación y vuelo, más bien, apegados al sistema categorial o a los preceptos sentados por otros pensadores o por escuelas, movimientos o tendencias. Lo mismo ocurre con la crítica literaria; o bien, en una concepción de esta con mayor alcance humanístico, antropológico, lingüístico y social, con la crítica cultural.

Una sencilla y acertada afirmación del poeta y ensayista Miguel Aníbal Perdomo refleja, a mi ver, el valor social de la crítica como disciplina de pensamiento y creación. Sostiene que: “La crítica es un subgénero expositivo entre el ensayo y la poesía; y el libro adquiere perfil definitivo cuando el crítico fija su mirada” (página 229). Asumo que la noción de “subgénero” podría llegar a ofender o lastimar a algunos especialistas demasiado condensados en la materia, que han atribuido al discurso crítico una autosuficiencia y autonomía tan exacerbadas, que han presumido prescindir de la obra creativa misma, para erigir un discurso crítico prácticamente autista. Sin embargo, en esta breve idea de Perdomo, el hecho de sustentar que la obra literaria adquiera perfil definitivo, cuando el crítico fije en ella su mirada, dice, revela la dimensión preeminente que en la relación creador-obra-lector-cultura-historia ocupa la crítica, en tanto que disciplina humanística; más allá, es bueno subrayar, de las pretensiones cientificistas, objetualistas, subjetivistas, introspectivas, metafísicas, esquemáticas o tendencias conceptual, textual, estilística, estética o lingüísticamente reduccionistas de toda laya.

Interesante, y por qué no decirlo, también penoso ha resultado para mí y para mis modestos conocimientos en este campo notar cómo todavía muchos, tal vez demasiados de nuestros críticos e investigadores de la literatura, o bien, estudiosos de los fenómenos y epifenómenos culturales, no son capaces de arriesgar siquiera una idea propia; dar, al menos, una ligera señal de zambullimiento creativo y autónomo en el objeto simbólico analizado, sino que, muy por el contrario, a cada párrafo u oración siguen el sacrosanto criterio de autoridad, mediante la cita o referencia de un determinado autor; mejor aún, si es foráneo. ¿Hasta cuándo este suplicio durará? Hay que distanciar, por supuesto, de esta enferma dependencia del pensar áulico, o como decía Ortega y Gasset, del pensar a crédito, a aquellos autores que, desde que empiezan a abordar la cuestión, sientan sus reales de independencia, ya sea en la forma personal en que siguen una metodología o una escuela de pensamiento crítico; o ya sea por su radical autonomía, su eclecticismo inteligente y su individual y bien fundado criterio para analizar una obra literaria o una expresión estética de cualquier género o naturaleza simbólica.

Remontar una tradición, asimilarla y sobre ella producir rupturas cognoscitivas, para sobre esa base construir un edificio conceptual y una visión propios acerca de una determinada cultura o en torno a la obra literaria en general es una empresa que exige, no solo de formación humanística y de vasta cultura, sino, sobre todo, de auténtico aprendizaje, vocación creativa y erudita, y muy especialmente, de autoestima y coraje para asumir el riesgo, para dar el primer paso. Seguir a cal y canto, ceñirse a pies juntillas a un método, una escuela, un ismo, sin dejar un mínimo acento personal sobre su magma teórico es asunto fácil, unidimensional y, por desgracia, muy en boga. Pero, es también asunto estéril, burbujeante y definitivamente efímero. La unidimensionalidad racional, la teoría única, el método panteístico no son suficientes en la sociedad y la cultura actuales. No viajan más allá del aula universitaria, si acaso llegaran a alzar vuelo raso. Valoro, a este tenor, el aserto del poeta y ensayista Plinio Chahín, cuando aduce que: “La crítica dominicana, en general, no se ha nutrido de un pensamiento propio ni ha sabido fundar su propio imaginario. Ha sido, más bien, una crítica externa, impresionista o vagamente sociológica, mimética y repetitiva. Rara vez se ha estructurado sobre una verdadera visión del mundo o en torno a una noción de literatura como estética del lenguaje” (página 27). Chahín llega a plantear, con argumentos viscerales, el imperio de una “indigencia epistemológica” (página 32) en nuestra actualidad crítica, debido a la persistencia de “un panorama de miserias radicales entre el límite del objeto y su percepción’ (Ibid.). Y es que lo auténtico, lo profundo y duradero en un pensamiento y una cultura, en una lengua tienen sus cimientos en lo que ha sido radicalmente fundante, en lo que se sostiene por raíces originarias y propias, en lo que surge, como novedoso, imaginativo, enriquecedor y multívoco, de los pilares, nunca dogmáticos, de una tradición.

El pensamiento crítico es hoy día un fenómeno multicultural, abierto, interdisciplinario, plural. Concuerdo plenamente con el compilador de este volumen, Basilio Belliard, cuando afirma, en este sentido, que: “Las posibilidades interpretativas de un texto son, salta a la vista, infinitas. También lo son los métodos y los instrumentos hermenéuticos desde la arqueología, el psicoanálisis, la antropología, la exégesis textual, la deconstrucción, el análisis lógico-sintáctico, la crítica socio-histórica, marxista, neomarxista, etc. Nada garantiza una interpretación final, definitiva y acabada” (páginas 18-19). Esa es la verdad monda y lironda. El pensamiento sistémico, tan útil entre los siglos del XVIII al XX en la cultura occidental, ha cedido hoy, en estos tiempos de posmodernidad líquida, consumista, precaria e incierta como sugiere Zygmunt Bauman, al pensamiento fragmentario, intuitivo, incisivo, imaginativo y libre de los corsés del aparato categorial adusto, seco y rígido. La fruición y lo lúdico del espíritu humano son parte, no solo de la racionalidad, sino, de la ciencia misma, última que ha estado cada vez más cerca de la esencia del arte y la imaginación. Por ello, sostiene con acierto el prolífico ensayista Bruno Rosario Candelier, que “Si la teoría explica el fenómeno de la creación, la crítica da cuenta del sentido de la creación, para cuya comprensión se necesita formación intelectual y sensibilidad estética” (página 60). Dar cuenta, pues, del sentido de la obra artística es, según este autor, la “principal tarea de la crítica literaria” (páginas 64-65).

Entre el ir y venir de distintas corrientes, escuelas, teorías, métodos, interpretaciones, posturas solipsistas, entre otras vertientes y enfoques, me resultó sumamente revelador cómo, desde una formación académica similar y desde una concepción de la literatura, la lengua, la sociedad y la cultura desarrollada por el método de la poética, la teoría del ritmo como organización del sentido de la escritura y la teoría del discurso como relación de poder, hay una valoración diametralmente opuesta de la obra crítica de Pedro Henríquez Ureña en dos importantes escritores, pensadores e investigadores nuestros como Manuel Matos Moquete y Diógenes Céspedes.

Mientras este último nos presenta un Pedro Henríquez Ureña prisionero de lo que llama “teoría metafísica del signo” (página 149), el escritor que representa el paradigma de los estudios “filológicos-esteticistas-estilísticos” (página 154) en el marco de la crítica tradicional, el novelista y ensayista Matos Moquete ve en Henríquez Ureña al “gran humanista” (página 115), capaz de fundar una visión y una praxis de la crítica literaria como escritura “de estirpe humanista, ideológica, orientadora (…) motivada por la necesidad de erigir conceptos, valores y verdades, en torno a un tema o la obra de un autor y sobre cuestiones en discusión que aun estaban por establecerse” (página 119). Subraya este notable autor e investigador que la de Pedro Henríquez Ureña es “una crítica que enjuiciaba, definía y tomaba partido sobre asuntos trascendentales, derribando ideas falsas y sin fundamento, y estableciendo nuevos criterios que reorientaran el conocimiento y al recepción de las letras de habla hispánica en los temas centrales” (Ibid.). ¿Cuál de ambas concepciones de la obra crítica de nuestro insigne humanista resultaría más fértil, más orientadora, más forjadora de nuevos talentos críticos en las presentes y futuras generaciones de lectores? La respuesta la dejo en manos del lector de este volumen. No obstante, es alentador notar cómo en un intelectual del calibre de Andrés L. Mateo parecen resonar los argumentos de Henríquez Ureña al afirmar: “Entre nosotros la crítica es el pretérito indefinido, lo que no existe, porque no hay crítica más que cuando hay esa capa discursiva que descompone el sentido, lo reorganiza y reorienta empinándose en un cuerpo teórico, o no; pero siempre tratando de encontrar las reglas de funcionamiento que sostienen a un texto” (página 170). La crítica ha de ser, pues, obra fundante, en términos gnoseológicos, y orientadora, desde el plano de la exploración del lector; vale decir, ejercicio de creación y de reflexión.

Aunque lo quisiera, y fuera justo con ello, no podría mencionar aquí a todos los autores que, en su calidad de expositores en el seminario, figuran en estas memorias. Sin embargo, quisiera referirme brevemente al brillante trabajo, de carácter genealógico y arqueológico, en términos de saber, desarrollado por el ensayista y pensador Manuel Núñez, dotado, al igual que Diógenes Céspedes y Manuel Matos Moquete, de los aperos conceptuales y metodológicos propios de la Poética de Henri Meschonnic. Desentraña en su texto los instrumentos de la crítica dominicana, desde inicios del siglo XX, hasta el tiempo presente, pasando por tradiciones, movimientos y escuelas teóricas de Hispanoamérica y Europa como fuentes y partes integrantes de nuestro saber crítico. Define la crítica como “una meditación que ha de mostrar la densidad de pensamiento del autor, las grandes ideas y el papel innovador de la obra en el concierto de la historia de las formas literarias” (página 270). Entiende que la ausencia de la labor crítica se traduce en “desorientación en los lectores y en los escritores en agraz. Genera un desvanecimiento de la interpretación de los textos; no se valoran los hallazgos; se volatilizan las jerarquías de las producciones literarias; los cánones y tablas de valores quedan eclipsados”. Y remata esta definitoria idea sobre la crítica y su función cultural sustentando que: “La literatura supone el adiestramiento del criterio, el goce del placer estético. Pero estas posibilidades nacen del conocimiento, de un ejercicio de la inteligencia, fundada en la crítica. Sin esa formación, la obra se queda sin lectores, Sin ágora visible, sin estímulo creativo, sin terreno en la que pueda florecer y prolongarse” (página 273). Vuelve aquí, sobre sus ruedos, y por más que se le haya regateado, la labor orientadora y canónica de la crítica literaria como ejercicio del criterio inteligente, sensible.

Finalmente, invito a los amantes de la literatura y del pensamiento crítico a compenetrarse con este concierto de voces y corrientes de pensamiento, a veces paradigmáticas, a veces contrapuestas; pero, siempre enriquecedores.

Enhorabuena a mis amigos Basilio Belliard y León Félix Batista, director de la Editora Nacional, y al Ministerio de Cultura, en la persona de mi otro querido amigo José Antonio Rodríguez, por la publicación de este volumen de memorias del referido seminario, que ojalá pueda ser seguido de otros tantos de su naturaleza, para una más amplia, diversa, controversial y evolutiva visión de la crítica literaria y cultural en nuestro país.

Muchas gracias.

sábado, octubre 05, 2013

reseña a "Ya nunca será como antes"



Por: Osiris Vallejo
(publicado en diario "Hoy", suplemento Areíto, sábado 28 de septiembre 2013)

Thomas Carlyle dijo alguna vez que “el genio es el infinito arte de trabajar la paciencia”. Si bien el talento personal juega un papel fundamental en cualquier área del conocimiento humano, la labor constante e incansable es determinante. Y cuando el talento y la paciencia coinciden en un mismo individuo, no podemos esperar menos que una auténtica obra de arte. A propósito de paciencia y talento, desde hace unos años ronda por los predios culturales latinoamericanos el nombre del escritor Rubén Sánchez Féliz, quien el año pasado obtuvo simultáneamente los premios Letras de Ultramar de novela, con Un cuarto lleno de anguilas y de cuento, con Ya nunca será como antes. Ya había obtenido el mismo Letras de Ultramar de novela en el 2010, por su obra Los muertos no sueñan, y poco antes varios premios Funglode en un mismo año.

Quienes desconocen el proceso de formación como escritor de Sánchez Féliz seguramente habrán reaccionado con sorpresa por su virtual omnipresencia. Y, precisamente, en Ya nunca será como antes hallamos algunas claves de quién es, qué escribe y de qué fuentes literarias e intelectuales se nutre el escritor. Antes de emerger como el laureado autor en que se ha convertido, Sánchez Féliz ya tenía por lo menos una década nutriéndose intelectualmente y labrando minuciosamente su obra. Eso explica, en cierto modo, por qué sus narraciones tienen ese aire de paciente rigurosidad en que el autor opta por adentrarse en universos subyacentes de la literatura, lejos de los complacientes fuegos artificiales que exhibe la llamada literatura light.

Ya nunca será como antes contiene diez cuentos breves en que se pone de manifiesto un estilo minimalista, de evidente rigurosidad sintáctica y profundidad conceptual. El libro inicia con un epígrafe del escritor estadounidense Raymond Carver, a quien algunos consideran el padre de la narrativa norteamericana contemporánea. El nombre de Raymond Carver puede serle extraño a mucha gente en el ámbito latinoamericano, o por lo menos del Caribe hispanohablante, pero para entender mejor a Rubén Sánchez y a otros artífices de la narrativa latinoamericana contemporánea, es preciso que sepamos qué tipo de narrador es Raymond Carver.

Una característica esencial de la cuentística de Carver es el universo conceptual e ideológico (en su acepción etimológica) que subyace bajo la superficie de la narración de un hecho aparentemente cotidiano y trivial. Por supuesto, este recurso no es nuevo, sino que Carver, a su vez, sigue una tradición que pervive en clásicos como Guy de Maupassant y, especialmente, Antón Chejóv. Un elemento vinculante de la obra de esos autores (Carver incluido), es el requisito de que el lector no se conforme con lo que está a la vista. Y, tras este preámbulo necesario, regresamos a Rubén Sánchez Féliz.

Si lees un cuento de Rubén Sánchez Féliz, y al terminarlo piensas que no ha pasado nada, léelo de nuevo. Tomemos como ejemplo el primer cuento, que es precisamente el que da título al libro: Ya nunca será como antes. Se trata de un hombre que tiene cierto conflicto con su esposa y, en el proceso, ese mismo hombre llega a un hospital para realizarse un procedimiento médico. El enfermero le pide que aporte nombre y datos de un familiar al cual llamar en caso de emergencia. Él le da el nombre de Carmen. “¿Qué parentesco tiene usted con Carmen?”, pregunta el enfermero; “Es la madre de mi hija”, responde nuestro personaje. El enfermero le dice que si se trata de su esposa. Él clarifica que no, que solo se trata de la madre de su hija. En tanto, los dos personajes intercambian algunas palabras sobre el libro La peste, de Albert Camus, que el protagonista ha traído consigo, y el paciente alude a una aparente correlación entre el conflicto que tiene con su mujer y cierta escena de La peste.

Como no pretendo revelar aquí toda la historia, me limito a señalar que después del procedimiento médico, el personaje sale del brazo con Carmen, a quien ya sí se conforma en reconocer como esposa y de quien, como he dicho, renegaba unas horas antes. Mientras sale del hospital, el protagonista se da cuenta de que ha olvidado el libro que estaba leyendo cuando llegó. Eso da pie a una breve reflexión del personaje que pone fin al cuento. El hecho esencial aquí es que, para quien haya entendido la narración, con esa reflexión final no termina el cuento, sino que apenas comienza. Claro, reconociendo la implícita multiplicidad de sentido de la gran literatura, cuando digo “haya entendido”, no apunto a una interpretación unívoca del texto. Lo relevante aquí es que hay algo que trasciende la conclusión del cuento.

“Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído”, decía Borges. Sánchez Féliz parece reconocer la validez de esa máxima. Además del vínculo de Sánchez Féliz con Raymond Carver (de quien se confiesa un lector recurrente) y otros escritores clásicos, se le conoce como un voraz lector del japonés Haruki Murakami, quien también produce una literatura que busca lectores inteligentes y activos. Las veces que hemos coincidido en tertulias y otros eventos, así como las conversaciones sobre temas literarios que hemos tenido, revelan su profunda preocupación por su propia formación intelectual.

Otros podrán tener sus propias predilecciones, pero a mi juicio los cuentos mejor logrados de este libro son “Ya nunca será como antes”, “A esta hora todos duermen”, “Derecho al pataleo” y “Almas gemelas”. Aunque este último tal vez rompe con el recurso del universo subyacente al que me he referido, no deja de parecerme un texto interesante. Esos cuatro cuentos se caracterizan por un manejo cuidadoso de los temas, por un estado de tensión permanente en que el lector intuye que algo tiembla o se mueve bajo la superficie de cada frase. En fin, Ya nunca será como antes es un libro que merece ser leído por múltiples razones: la rigurosidad intelectual de su autor, la frescura y cohesión narrativa de los textos, y la impresión casi segura de que el lector incisivo no quedará decepcionado.

http://hoy.com.do/ya-nunca-sera-como-antes/

viernes, septiembre 13, 2013

Cultura pone en circulación obras ganadoras de los Premios Anuales de Literatura 2011




SANTO DOMINGO. La Dirección de Gestión Literaria del Ministerio de Cultura puso en circulación las obras ganadoras de los "Premios Anuales de Literatura 2011" durante la celebración de un acto en la Sala de Arte Ramón Oviedo, en la sede de la institución cultural, con la asistencia de escritores y prominentes personalidades de la vida cultural nacional.

La ceremonia fue encabezada por el director de Gestión Literaria, Basilio Belliard; el director General del Libro y la Lectura, Valentín Amaro; el director de Gestión Literaria, Basilio Belliard; el director de la Editora Nacional, León Félix Batista; y León David, uno de los ganadores.

Las obras puesta a circular son "La secta del crisantemo" de Ángela Hernández, Premio Nacional de Cuento José Ramón López; "¿Y tu abuela dónde está? el negro en la historia y la cultura dominicana" de Carlos Esteban Deive, Premio Nacional de Ensayo Pedro Henríquez Ureña; "Debí dibujar el mar en alguna parte", de Ariadna Vásquez Germán, Premio Nacional de Poesía Salomé Ureña de Henríquez; y "La escandalosa vida y muy comentada historia de la casta Susana o las increíbles peripecias de la virtud" de León David, Premio Nacional de Teatro Cristóbal de Llerena.

Al presentar su discurso, Belliard dijo que "el Ministerio de Cultura cumple con el compromiso y el deber de editar las obras inéditas ganadoras de los Premios Anuales de Literatura, en sus diferentes géneros y modalidades, como indican las bases de este certamen anual, los libros que los autores someten al concurso cuando reciben el premio por parte del jurado calificador¨.

Ponderó la calidad de cada una de las obras ganadoras y la trayectoria de cada uno de los escritores, lo mismo que los premios que han recibido en los últimos tiempos en sus respectivas carreras.

Luego expresó que "estas cuatro obras habrán de fortalecer el acervo bibliográfico del catálogo de libros editados por el Ministerio, a través de la Editora Nacional, que con tanta profesionalidad y eficacia ha dirigido el poeta León Félix Batista, a quien felicitamos por el cuidado de las ediciones¨.

Finalmente, declaró que "en nombre del Ministerio de Cultura felicito a los autores por estas valiosas obras de ensayo, poesía, cuento y teatro".

Correspondió a la escritora Ángela Hernández pronunciar las palabras de agradecimiento en nombre de los galardonados. Habló de la pasión de escribir y la dedicación con que cada uno de los autores realizó su obra, y dio gracias a todos los que hicieron posible la ceremonia.

Al acto asistieron, además, Manuel Salvador Gautier y la escritora María Aybar.

(Fuente: Diario Libre, http://www.diariolibre.com/lecturas/2013/09/11/i401906_cultura-pone-circulacian-obras-ganadoras-los-premios-anuales-literatura-2011.html)

domingo, junio 30, 2013

FORO TEATRAL: MEMORIAS DE UN CONGRESO



La realización de un festival de teatro cumple con dos objetivos fundamentales,
que son: primero, cumplir con el derecho que tienen
los dominicanos de presenciar espectáculos teatrales de calidad, promoviéndolos
como un quehacer valioso que merece la atención de la
sociedad dominicana, y, segundo, proveer espacios de formación e
intercambio de conocimiento para los artistas.
Desde la Dirección de Festivales hemos visto el avance y los
logros obtenidos gracias a la permanencia y continuidad en las realizaciones
de este importante evento. Entre los avances, por ejemplo,
está la integración de los creadores nacionales a las diversas
actividades que forman parte de esta fiesta, una debilidad superada
de otras ediciones en las que el Festival y su equipo organizador
eran considerados un grupo aparte y distante del movimiento
teatral.
En ese mismo orden, en la pasada versión del 2011 el Festival
se abrió a las diferentes corrientes teatrales que forman el movimiento
dominicano, así como también a los creadores emergentes, los
cuales, como nunca antes, tuvieron una participación destacada. Fue
amplia la aceptación de las propuestas locales que, a diferencia de
otras versiones, generaron en el público igual o más interés que las presentadas por los grupos internacionales; este es un logro muy
significativo, ya que deja una estela positiva que las compañías nacionales
tienen el reto de capitalizar.
Otro logro obtenido fue el programa de talleres, conversatorios
y conferencias, que dieron a la Escuela de Arte Dramático un
elevado sitial como centro de formación y reflexión. Se propició el
intercambio de conocimientos y experiencias entre los grupos locales,
internacionales, profesores y estudiantes de teatro.
Finalmente, se destaca de manera muy especial la realización
del Foro de la Crítica, coordinado por la teatrista y comunicadora
Gilda Matos. Durante los diez días del festival, tuvieron la oportunidad
de participar en el Foro importantes artistas y comunicadores
del ambiente local que se dieron cita para compartir ideas, criterios
y experiencias.
Con la publicación de este volumen, que recoge las intervenciones
del “Foro Crítico” del VII Festival Internacional de Teatro
Santo Domingo 2011, nos sentimos satisfechos y comprometidos
para continuar promoviendo espacios de reflexión, ya que es esencial
que el Festival no se quede en la experiencia lúdica y visual, sino
que apunte hacia aspectos teóricos que nos sirvan como estrategias
de desarrollo.

KARINA NOBLE
Directora del Festival

domingo, junio 02, 2013

CENTENARIO NACIMIENTO PEDRO MIR (1913-2013)



El Ministerio de Cultura homenajea en el centenario de su nacimiento a nuestro Poeta Nacional, Don Pedro Mir, a través de su Editora Nacional (en la imagen, "Un asombro de ríos verticales", poesía reunida, 2012; "Hay un país en el mundo... para leer en el metro", Cuadernos de Cultura, 2012 y "Sol para las doce", antología coeditada con Alfaguara, 2013)

sábado, junio 01, 2013

Reseña a "Ya nunca será como antes"

Osiris Vallejo

Thomas Carlyle dijo alguna vez que “el genio es el infinito arte de trabajar la paciencia”. Si bien el talento personal juega un papel fundamental en cualquier área del conocimiento humano, la labor constante e incansable es determinante. Y cuando el talento y la paciencia coinciden en un mismo individuo, no podemos esperar menos que una auténtica obra de arte. A propósito de paciencia y talento, desde hace unos años ronda por los predios culturales latinoamericanos el nombre del escritor Rubén Sánchez Féliz, quien el año pasado obtuvo simultáneamente los premios Letras de Ultramar de novela, con Un cuarto lleno de anguilas y de cuento, con Ya nunca será como antes. Ya había obtenido el mismo Letras de Ultramar de novela en el 2010, por su obra Los muertos no sueñan, y poco antes varios premios Funglode en un mismo año.

Quienes desconocen el proceso de formación como escritor de Sánchez Féliz seguramente habrán reaccionado con sorpresa por su virtual omnipresencia. Y, precisamente, en Ya nunca será como antes hallamos algunas claves de quién es, qué escribe y de qué fuentes literarias e intelectuales se nutre el escritor. Antes de emerger como el laureado autor en que se ha convertido, Sánchez Féliz ya tenía por lo menos una década nutriéndose intelectualmente y labrando minuciosamente su obra. Eso explica, en cierto modo, por qué sus narraciones tienen ese aire de paciente rigurosidad en que el autor opta por adentrarse en universos subyacentes de la literatura, lejos de los complacientes fuegos artificiales que exhibe la llamada literatura light.

Ya nunca será como antes contiene diez cuentos breves en que se pone de manifiesto un estilo minimalista, de evidente rigurosidad sintáctica y profundidad conceptual. El libro inicia con un epígrafe del escritor estadounidense Raymond Carver, a quien algunos consideran el padre de la narrativa norteamericana contemporánea. El nombre de Raymond Carver puede serle extraño a mucha gente en el ámbito latinoamericano, o por lo menos del Caribe hispanohablante, pero para entender mejor a Rubén Sánchez y a otros artífices de la narrativa latinoamericana contemporánea, es preciso que sepamos qué tipo de narrador es Raymond Carver.

Una característica esencial de la cuentística de Carver es el universo conceptual e ideológico (en su acepción etimológica) que subyace bajo la superficie de la narración de un hecho aparentemente cotidiano y trivial. Por supuesto, este recurso no es nuevo, sino que Carver, a su vez, sigue una tradición que pervive en clásicos como Guy de Maupassant y, especialmente, Antón Chejóv. Un elemento vinculante de la obra de esos autores (Carver incluido), es el requisito de que el lector no se conforme con lo que está a la vista. Y, tras este preámbulo necesario, regresamos a Rubén Sánchez Féliz.

Si lees un cuento de Rubén Sánchez Féliz, y al terminarlo piensas que no ha pasado nada, léelo de nuevo. Tomemos como ejemplo el primer cuento, que es precisamente el que da título al libro: Ya nunca será como antes. Se trata de un hombre que tiene cierto conflicto con su esposa y, en el proceso, ese mismo hombre llega a un hospital para realizarse un procedimiento médico. El enfermero le pide que aporte nombre y datos de un familiar al cual llamar en caso de emergencia. Él le da el nombre de Carmen. “¿Qué parentesco tiene usted con Carmen?”, pregunta el enfermero; “Es la madre de mi hija”, responde nuestro personaje. El enfermero le dice que si se trata de su esposa. Él clarifica que no, que solo se trata de la madre de su hija. En tanto, los dos personajes intercambian algunas palabras sobre el libro La peste, de Albert Camus, que el protagonista ha traído consigo, y el paciente alude a una aparente correlación entre el conflicto que tiene con su mujer y cierta escena de La peste.

Como no pretendo revelar aquí toda la historia, me limito a señalar que después del procedimiento médico, el personaje sale del brazo con Carmen, a quien ya sí se conforma en reconocer como esposa y de quien, como he dicho, renegaba unas horas antes. Mientras sale del hospital, el protagonista se da cuenta de que ha olvidado el libro que estaba leyendo cuando llegó. Eso da pie a una breve reflexión del personaje que pone fin al cuento. El hecho esencial aquí es que, para quien haya entendido la narración, con esa reflexión final no termina el cuento, sino que apenas comienza. Claro, reconociendo la implícita multiplicidad de sentido de la gran literatura, cuando digo “haya entendido”, no apunto a una interpretación unívoca del texto. Lo relevante aquí es que hay algo que trasciende la conclusión del cuento.

“Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído”, decía Borges. Sánchez Féliz parece reconocer la validez de esa máxima. Además del vínculo de Sánchez Féliz con Raymond Carver (de quien se confiesa un lector recurrente) y otros escritores clásicos, se le conoce como un voraz lector del japonés Haruki Murakami, quien también produce una literatura que busca lectores inteligentes y activos. Las veces que hemos coincidido en tertulias y otros eventos, así como las conversaciones sobre temas literarios que hemos tenido, revelan su profunda preocupación por su propia formación intelectual.

Otros podrán tener sus propias predilecciones, pero a mi juicio los cuentos mejor logrados de este libro son “Ya nunca será como antes”, “A esta hora todos duermen”, “Derecho al pataleo” y “Almas gemelas”. Aunque este último tal vez rompe con el recurso del universo subyacente al que me he referido, no deja de parecerme un texto interesante. Esos cuatro cuentos se caracterizan por un manejo cuidadoso de los temas, por un estado de tensión permanente en que el lector intuye que algo tiembla o se mueve bajo la superficie de cada frase. En fin, Ya nunca será como antes es un libro que merece ser leído por múltiples razones: La rigurosidad intelectual de su autor, la frescura y cohesión narrativa de los textos, y la impresión casi segura de que el lector incisivo no quedará decepcionado.

lunes, mayo 27, 2013

Álbum K: El haluro de plata revelando la distopía de un alfabeto en negativo

Por Jennet Tineo

Es el ojo humano una porción de anatomía capaz de evaporarse, un síntoma agudo de ceguera en imágenes contrariadas. Es el ojo humano una cámara fotográfica ambiciosa, conectada a un sistema inquietante que revela encantadoras formas y conceptos, que de otro modo no podrían ser develados. Es la poesía el ojo del lenguaje, y dentro de sus parpados hay una aviesa espontaneidad de fuga y relámpago, un deseo de solo dejarse ver por los más expuestos, por los más aptos, por una legión de elegidos del viento discreto de los significados.

Ensanchándose ante unos pocos las verdades y la frontera inalterable que separa la realidad sensible de esa solo alcanzable con el haluro de plata más potentes para desarticular un alfabeto en negativo. Álbum K de José Ángel Bratini es una colección de imágenes no reveladas, a la espera de la precisión del lector, de su apetito morboso y necio para navegar a tientas una ciudad de sombras, la perfecta utopía invertida o distopia: la ciudad del infra-sueño.

José Ángel Bratini rasga la urbanidad con su furia en blanco y negro, nos pone de frente el océano gris de la duda, el aplauso acampado de un reloj marca pasos, el delirio de quien es capaz del sacrificio propio por el exterminio de la parte cancerada del planeta.

Empezamos este recorrido, entre los dedos de un individuo codificado como todos los nacidos bajo el reino humano, K, una letra aparentemente cualquiera del abecedario, K, aparentemente cualquiera de nosotros. Signado con un destino no muy lejos de predecible en un mundo consumista, materialista y en el borde filoso de una sierra eléctrica y esto lo evidencian las líneas del proema Episodio K.

¿Quién diablos es K? Digo yo y a esta pregunta el poeta responde:


“Soy un ciudadano de esta realidad que se levanta con el polvo

cotidiano. Uno cualquiera que se toma un café a corto plazo y abordará

un taxi rumbo al día que comienza a andar sobre las calles.”

“La calle está cercada de leyes oxidadas que nadie puede leer y hay muchas letras K a punto de nacer”

“Somos ese legado de violencia alfabetizado en los callejones”



Y con esto no se contenta José Ángel Bratini en definir a este personaje invisible que desde su voz poética capta la distopía que late en la ciudad, la voz poética sobrevuela esa realidad que diré construye, pero que en el fondo solo el lector construirá según la vida que cada uno haya experimentado.

Ahogarse, ahorcarse, suicidarse, asesinar, exterminar, estallar de hambre, de un sueño recurrente y un no-cambio constante y despellejado, pellizcándonos las partes más húmedas. El poeta se abstrae y difumina una espora de veneno sobre el gigantesco paramo solar de nuestras neuronas apresadas por los huesos. En este veneno inoculado de palabras nos dice en el poema Abstracción K:



“Así mi boca cuelga de una voz árida que se hace polvo y no consigo palabras que me arranquen la vida en un solo silencio”



Las palabras de José Ángel “Son suicidas que se lanzan al pavimento” y sin miedo a las miradas inoportunas la ciudad acaudalada de burda injusticia no se siente señala. La descubrimos sentada en una acera, o en la terraza con un ventilador entre las piernas halando la trenza de miseria que le cuelga como un cuajo doloroso entre sus aspas. En el proema Ciudad K el reflejo espejea atrincherado en estos ordenados sonidos creativos:



“Una avalancha de excremento arropa las esperanzas de aquellos que nacieron sin nada que esperar.” Y sigue diciendo en este proema Jose Angel Bratini, “Esta telaraña de acero y hormigón creció como la mala hierba en el cráneo de un barbero.”



¿Qué opción nos quedaría ante la mordaza impuesta, mientras las pirañas de este océano consumen nuestra carne acobardada? El poeta en Opción K tienda una posible alternativa in-alternable cuando dice:



“Una bachata que se ahoga en una botella de cerveza” “Son los vicios de la urbanidad que van por las aceras, entre las plazas, ululando en los vitrales, mientras mastican la catástrofe de la existencia. Por todas las avenidas hombres y mujeres parecidos a la tragedia.”



La aritmética del miedo, sus angulosos espacios son representado por la proporción aurea, -aquel cuadrado-, rectángulo de oro, y la perpetua cuadricula que nos ordena la vida que creemos respirarnos y nos respira como una raya de cocaína o pólvora incendiando la nariz tibia de Dios.

Álbum K dibuja el tiempo como una soga que nos aprieta el cuello, sujetándonos de los sueños más elevados y dejándonos caer repentinamente de pie y sin tocar el suelo para bailar con la muerte la cruel realidad sobre la que levitamos.

Canta el Trovador K un pregón que dice así: “Pero la gente confía en los placeres de la urbe y cambia su piel por el plástico, les gustan andar con la mente en los bolsillos y el corazón en las braguetas. No. La duda no está en el futuro, está en la tienda por departamentos o en los antros donde las noches son cuerpos de belleza parpadeante, o polvo de luna que alguna nariz respira para no ahogarse.”

“Hay siglos que se hunden en el fango mientras el progreso lleva las ciudades hasta el cielo y para alcanzarnos a las ratas les nacen alas.”

El ciudadano K extirpa sus miedos y sus sueños: suvenir de añicos en el proema Documento K pronunciando el conjuro de la siguiente estrofa: “He de preocuparme siempre por la paz y por las noches le procurare una luna llena trompetista, le pintaré muchas lejanas y luminosas estrellas y si mirara al cielo, el cielo la envolverá en una magia de esferas.”

Porque evaluando los daños sufridos desde la estirpe del vicio, y la inmundicia de un mundo doblado, cabizbajo en el pesado halo amargo sobre las alas de las palomas mensajeras del fin, encontramos una tira inscrita en Evaluación K que dice: “Cada noche le pido a Dios el fin del mundo. Estoy harto.”

Pues sigue con alto parlante diciendo “Esta ciudad escandalosa estorba. Ya no venero las estatuas de la patria ni consumo ese orgullo alucinógeno de una cultura alcoholizada. Me considero hoguera del destino, relámpago que se roba la noche.”

“¿Qué vicio no se ha destilado en mi sangre? He probado el mundo y ya quiero que se acabe, no lo soporto; es ácido, cruel y más horrible a cada instante.”

El poeta busca su identidad, extraña piedra perdida en el fondo de las plantas de sus pies. Y en poemas como K47 exprime su encuentro con siglos de cultura, radiando emblemas de distinción característica entre una raza y otra. Así lo vemos narrarnos un descubrimiento distinto al de los españoles, un Cristóbal colon recurrente siglo tras siglo, hora tras hora en esta isla barca del desencanto.

Con esta estrofa que dice y subraya: “Somos gente oriunda del mestizaje, que no tiene un rostro fijo.” “La ciudad es una madre que no se conduele del llanto de sus hijos, no ha bastado toda la tinta que se ha ahogado en las páginas en blanco para redimirnos”

El personaje que este libro de poemas encierra es un personaje global, dual, cauto y concebido para los incautos en sus formas poéticas andróginas, sarcásticas, atenuadas por una voz que casi puede oírse desde el blanco dolor del ojo sobre la pagina, en su dolor empuja su manifestación sonora en esta estrofa descomunal.

“No hay una parte de mí que no se encuentre lejos, si algo me duele, me duele lejos, me duele en el camino y casi en todas partes.”

“Los días son huecos que se clonan como esporas” y sigue diciendo, “Siento la vida como algo de nada que no quiere darme un beso, en cambio es el rechazo un revolver enmascarado que dispara con asco hacia mi todo.”

Finalmente se cuestiona K sobre el valor de la carne cruda que anda y que cree pensar desde una construida identidad, desmintiéndolo todo dice: “Qué es la vida, sino esta fabula que todos creemos conocer, yo soy transito y ocaso, locura”

Ocurre pues con este proemario la destrucción del mundo en unas cuantas imágenes aún en negativo, solo decodificables desde la lectura suprema de cada uno consigo mismo, esa cámara oscura de la conciencia donde el misterio de la revelación se hace presente para un álbum inacabado apenas en la K del abecedario que exige la conclusión desde el otro muro, desde la otra orilla del puente, donde se encuentran las miradas armadas de un cementerio de palabras: diccionario de experiencias del cada cual, para descifrar el mensaje final o más bien la imagen más aproximada a cada ser que se retrate a sí mismo desde este Álbum de negativos.

jueves, febrero 14, 2013

“UNA UTOPIA INCONCLUSA: ESPAILLAT Y EL LIBERALISMO DOMINICANO DEL S. XIX”, de Mu-Kien Adriana Sang Ben



La nuestra es la segunda edición de “UNA UTOPIA INCONCLUSA: ESPAILLAT Y EL LIBERALISMO DOMINICANO DEL S. XIX”, de la Doctora Mu-Kien Adriana Sang Ben, eminente historiadora e investigadora nuestra, quien ha dedicado un amplio espacio de su labor escritural a biografiar, con bastante acierto, algunos de los personajes más relevantes de la Patria.
La primera edición de este libro, ya agotada e inencontrable, salió al mercado académico y editorial en general en 1997, a cargo del Instituto Tecnológico de Santo Domingo, que luego la reimprimiría. Wenceslao Vega Batlle –de quien partió la propuesta inicial de investigación a la doctora Sang Ben– afirmaba en su introito lo siguiente: “con la publicación de esta obra, la Dra. Mu-Kien Sang, nos confirma su honda capacidad intelectual, su profundo conocimiento de la historia nacional y mundial y su evidente logro como investigadora y escritora. Las ideas políticas y sociales en la República Dominicana han sido ya objeto de investigación y varias obras, algunas muy buenas, han salido a la luz analizando la historia y la evolución de esas ideas. Pero nos atrevemos a decir que jamás hasta ahora hemos podido ver un trabajo tan profundo, completo y acabado como éste de las ideas políticas en la República Dominicana.”
La edición actual del Ministerio de Cultura, a través de su Editora Nacional, ha sido motivada por el señor Senador de la República por la Provincia Espaillat, Dr. José Rafael Vargas, a raíz de cumplirse este 8 de febrero de 2013 el 190 aniversario del natalicio de Ulises Francisco Espaillat y Quiñones, quien nació un día como hoy en 1823, diez años después de Duarte. De esta última característica parte también la idea de poner a circular el libro como parte de las celebraciones en la Provincia Espaillat del Bicentenario del Padre Fundador de la República. Y ningún escenario mejor que un Congreso Pedagógico para lanzar esta edición. Nuestra edición trae como novedad nueva portada, revisión y actualización, además de un nuevo prólogo de la autora y una presentación del Senador Vargas.
Recuerda el prólogo que a la autora se le había sugerido originalmente escribir la biografía política de Espaillat, contando con lo interesantes que habían sido sus dos obras anteriores, en las que analizaba las figuras y gobiernos de dos figuras políticas dominicanas del siglo XIX, Buenaventura Báez y Ulises Heureaux, ambos conservadores. A la Dra. Sang Ben, sin embargo, la sedujo la posibilidad de adentrarse más en el contexto histórico del personaje y buscar las fuentes remotas del pensamiento del liberalismo, de modo que, al desglosar la historia de las ideas liberales de Espaillat, terminó ampliando su espectro investigativo hasta las raíces lejanas y cercanas del liberalismo dominicano en general. En el prólogo a esta nueva edición, 15 años después, nuestra autora rememora estas circunstancias, añadiendo que su impulso alcanzó incluso hasta pretender “hacer un balance general sobre este siglo en materia de pensamiento y política no solo del país, sino del mundo occidental”.
“El liberalismo, como idea política, –amplía Vega Batlle– parece que nace y muere en el devenir histórico. Más bien podríamos decir que se duerme a veces, para despertarse en otro momento y lugar. A sus inicios, débil pero atractivo, fue sólo la utopía de las mentes esclarecidas que quisieron cambiar el viejo sistema político feudal y monárquico de Europa. Luego pasó de la teoría a la realidad, y se convirtió en bandera de lucha de la burguesía decimonónica, donde se enraizó y sembró sus reales, dando sostén ideológico a las etapas iniciadas con la Revolución Francesa y a los regímenes parlamentarios que fueron la base del capitalismo. Entonces pasó a la América revolucionaria e independentista, donde evolucionó en medio de un ambiente hostil y desnaturalizante, pudiendo apenas probar su efectividad en unos pocos gobiernos débiles y efímeros. Al liberalismo le resultó muy difícil luchar y vencer a las rancias oligarquías conservadoras que sustituyeron en América a las autoridades coloniales. Ya a inicios del siglo XX, el liberalismo perdió sus escasas fuerzas frente al marxismo y a las teorías nacional-socialistas que dieron cabida a dictaduras ideológicas y racistas a partir de los años 30. Al poco tiempo lo aplastaron las corrientes estadistas y populares de mitad del siglo, pero ahora nos sorprende al renacer, reverdecido y modernizado, como el neoliberalismo de las presentes décadas.”
Nuestra historiadora está consciente de que “hacer una vinculación entre el presente y el pasado ofrece la oportunidad de nutrirse de la fuente misma del pensamiento [como] una forma de entender el neoliberalismo, la nueva teoría (…) que muchos defienden hoy y que ha permeado a intelectuales, a gobernantes y a muchos de los que hacen opinión pública.” Por esas razones, resulta interesante esta obra, pues no se trata de la historia de una teoría política abandonada y obsoleta, sino que el liberalismo cuenta hoy con adherentes importantes en el mundo de las ideas políticas, económicas y sociales y al opacarse las fuerzas de las ideologías extremistas, parece encontrar su propio espacio de nuevo en el vacío que el ocaso de esas teorías han dejado.
La obra de la Dra. Sang nos retrata la evolución del liberalismo en América Latina en general y en República Dominicana en particular durante el siglo XIX, su aparente fracaso, y como ella dice, su inconclusa utopía. Pinta el cuadro real del primitivismo político que surgió en la región tras romperse los lazos que unían a los pueblos de América con sus metrópolis europeas, y analiza con gran acierto las ideas y los proyectos de los grandes pensadores liberales y las que quisieron poner en práctica los políticos que surgieron en el Continente latinoamericano durante el siglo XIX. El libro explica los pocos logros y muchas decepciones y fracasos del plan liberal en América.
Dividido en 2 grandes partes (Las bases del pensamiento Liberal y Diálogo con el Pensamiento Liberal Dominicano), 8 capítulos y unos imprescindibles anexos, esta investigación se destaca por su contundente actualidad, reflejada en las enseñanzas para el presente del capítulo final, cristalizadas a través de la creencia de nuestro insigne polígrafo Pedro Henríquez Ureña en la necesidad de que, en nuestra América, se definan nuevas utopías, a fin de construir un ser americano de carácter universal.
El Ministerio de Cultura de la República Dominicana, a través de su titular José Antonio Rodríguez, se manifiesta muy complacido de poner en las manos de los lectores esta obra inigualable.

martes, enero 08, 2013

Apoya a escritores dominicanos


Escrito por: Sonia Quezada (soniaquezada1873@gmail.com)


La Editora Nacional, creada en el año 2002, surgió para ofrecer apoyo a los autores dominicanos que no poseen recursos, a los escritores consagrados y a los criollos residentes en el extranjero, para que sus obras puedan ser publicadas y lleguen al lector con calidad de impresión, legibles, pero sobre todo, baratas.


Su amplia carpeta está conformada por numerosos títulos, los cuales salen representados bajo sus tres unidades editoriales: Ediciones de Cultura, Ediciones Ferilibro y Editora Nacional. Desde su fundación, hasta la fecha, su bibliografía asciende a más de 500 publicaciones, y como meta se proponen seguir ampliando y brindando sus aportes a los autores criollos que escriben obras de calidad en los diversos géneros de la literatura, tanto infantil como para adultos.


El director de la Editora Nacional, es el poeta León Félix Batista, quien señala que esta entidad, dependencia del Ministerio de Cultura, siempre tiene las puertas abiertas a los escritores, para depurar y ponderar sus obras por un grupo de notables intelectuales. Todos los libros del Ministerio son publicados bajo la responsabilidad de esta editora, la cual también se encarga, año tras año, de las obras ganadoras del “Premio Nacional de Literatura” que concursan en los distintos géneros.


“Los escritores dominicanos no siempre encuentran espacio para publicar sus libros, tampoco tienen los recursos para hacerlo, pero la institución y el gobierno dominicano cumple con su función de ofrecerles un nicho de posibilidades, ya se trate de un autor consagrado o de uno muy joven”, destacó Batista.


Periódico "El Nacional", 7 de enero 2013, Santo Domingo, República Dominicana
http://www.elnacional.com.do/que-pasa/2013/1/7/146788/aaaa